Tampoco sé si son sencillas, ni me importa mucho.
Me acojo al dicho, que se atribuye a Benjamín Franklin, de que el tiempo es oro, Si esto fuese cierto, el tiempo que he dedicado a mis sencillas aficiones, placeres e intereses cotizado al precio actual me permitiría retirarme a una isla paradisíaca a beber mojitos, bailar ritmos caribeños desenfrenados y galantear (inútilmente me temo) a cuanta señora de buen aspecto y edad adecuada a la mía se pusiese en mi camino.
Vayamos con el desglose, si el tiempo es oro, debemos colegir que entre los segundos de vida y los gramos de oro existe una paridad 1/1, es decir un segundo de vida equivaldría a un gramo de oro que para el de 24 quilates está en 66,52 euros, precio de recompra. Es decir que un minuto de nuestro tiempo, el tuyo, el mío y el del rey de Trapisonda costaría 3991,20 euros. Pero con el oro físico no se puede leer, escribir, dar largas caminatas saludables y placenteras, pararse a saludar y charlar con tu vecino, darte un maratón con tu serie preferida de la plataforma que más te cuadre, hacer un gazpacho tradicional, según las reglas del arte y siguiendo las enseñanzas de nuestro padre, que a su vez las aprendió de su abuela Pilar Aragón Frías, comerte con los amigos una paella cocinada por Pablo Ruiz, dormir una siesta española homologada, ni, en fin, tantas y tantas cosas agradables, placenteras y saludables que el tiempo de ocio permite hacer.
...soy un firme partidario de alejarse de todo tipo de ambiciones que exigen de ti una gran inversión de tiempo...
No es la primera vez que lo digo, lo sé, pero conviene repetir vez en cuando que el oro se puede comprar, pero el tiempo no. No puedes ir con tu tarjeta de crédito o tu bizum a la tienda de tiempo y decir que te pongan dos horas más en el día, que la vida no te da para tanta cosa que tienes que hacer, o que debes o quieres hacer. La única manera de comprar ganar tiempo es dedicar el que ya tienes al ocio en su mayor parte y al trabajo el tiempo imprescindible para ganar dinero con el que obtener ocio.
Por eso soy un firme partidario de alejarse de todo tipo de ambiciones que exigen de ti una gran inversión de tiempo, esfuerzo, trabajo y sacrificios para al final llegar, o no, a la meta propuesta y darte cuenta de que las finales no se juegan, se ganan…o se pierden y te quedas con cara de... (como creo que ya he cubierto el cupo de expresiones soeces que me permite el libro de estilo de Alhama Comunicación, ponga el lector la palabra que más adecuada le parezca). Del mismo modo abogo por la reducción de jornada, en horas diarias y en días de la semana porque trabajar más no te hace rico. Pero eso ya lo sabes.
Estoy en condiciones de afirmar que, si no hubiese aprovechado tanto el tiempo malgastándolo y disfrutando de él, ahora sería el mismo mindundi que soy, pero sin haber aprovechado tanto la vida.
Por cierto, por eso escribo miradas más bien cortas para que el lector no invierta mucho tiempo, su tiempo, en ellas. No por vagancia. Malpensados, que sois unos malpensados.
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