
Los niños aplaudíamos, reíamos y silbábamos.
En nuestro descargo habría que decir que, los niños de los años cincuenta (y anteriores, claro), no teníamos tele, ni radio, ni bici, ni patinete, ni teníamos ni uno sólo de las decenas de juguetes que hoy tienen nuestros nietos, para "aburrirse solos". Por no tener, no teníamos... ¡ni un móvil! Pero... ¿cómo podría sobrevivir en la vida un niño de hoy, sin un móvil, una Play Station o un "condensador de fluxo" que llevarse a la boca...!!.
Lo de decir "en nuestro descargo", es para que podáis entender mejor, y disculparnos mejor nosotros que, es lógico que con aquellos medios de diversión, fuese casi normal que, "la pagáramos" con perros, gatos, lagartijas, mochuelos, ranas o cualquier bicho viviente que se cruzara por nuestra "inocente y nunca mal intencionada planificación lúdica".
También es verdad que, en la escuela todavía no se llevaba lo de concienciarnos del respeto a la naturaleza, el ecologismo o el amor a los animales, que los recuerdos de niño quedan muy grabados y aún tengo muy fresco, cómo en el ayuntamiento o en el cuartel de la guardia civil, se recogían las orejas, garras o rabo de alguna alimaña y que las autoridades pagaban por su exterminio: zorra, garduña, gineta, etc.
Pero donde los niños de entonces éramos más crueles (¿seríamos realmente crueles?), era cuando "le "golíamos el bollo" a cualquier infeliz que, se saliera "un punto" de lo que lo que nosotros considerábamos normal: un "tic" en un ojo, brazo o pierna, un defectillo físico o psíquico indetectable o cualquier otra cosa que lo hiciera diferente, era motivo de nuestros ataques y cuchufletas. Una vez que "le cogíamos el tranquillo", la pobre víctima estaba condenada de por vida. Entre los candidatos vernáculos, los había veteranos que, habían sido "torturados" por generaciones anteriores y aún aguantaban en escena y los que se iban incorporando: "La Matagallera", Inocencio "Tarama", Recovero, "Mecote", Julio "Frasquillo", "El Tontillo" o el "Sursum Cordam", si se terciaba, cuyo delito sólo era, como he dicho, salirse un milímetro de los parámetros que nosotros considerábamos normales.
Y los había también forasteros o "gentiles", como "Chaquetón", un vagabundo de origen portugués, con cochambroso sombrero de hongo y gabán largo color café con leche, que tocaba un clarinete e íbamos los niños tras él, como en "el flautista de Hamelin"; Julio Frágil, borracho empedernido, bohemio y medio loco, que venía de Alfarnate; "Calderón", otro pobre diablo de Viñuela o Periana; Diego Gitano", un infeliz gitano de alma feliz, al que siempre le faltaban "sólo 49 perras gordas" para el duro que, costaba el billete del bus de vuelta. Manolito "La Arenilla", que no sabía leer, pero puso una escuela por "ver si de camino aprendía".

Uno de clásicos "diferentes", a "masacrar" con bromas y cuchifletas de grandes y chicos, allá por los inicios de los cincuenta del pasado siglo, era un pobre hombre de extrema delgadez, famélico, con el pelo largo, barba desaliñada y sucio, con un pronunciado tic en un ojo, que parecía guiñar, con gorro y guitarra, trovador y poeta!. Venía de la costa, de algún pueblo de los que se acuestan en la falda sur de Sierra Tejeda y era conocido por el nombre, yo diría mejor que, por el mote, de "Miguiñas" que, nosotros sin conocer el origen del "alias", ya lo aprovechamos como grito de guerra: "Miguiñas", guiña!". "Miguiñas", guiña!". Y le pedíamos que nos "echara" pareados y cuartetas, que las recitaba así:
"¡A los niños de esta calle,
os canto yo esta cuarteta,
espero que cuando acabe,
os vayáis a hacer puñetas!".
Y los niños aplaudíamos, reíamos y silbábamos.
Un día frente al Pilar, la única fuente para recoger agua por todo el pueblo, las mocitas se arremolinaban, esperando para llenar sus cántaros, cuando una de las más finas y señoritingas (para los mayores de 75 años, la Virginia de Silverio, de Almendral), joven "ultrafina" y elegante pero "escurrida" como una tabla, le decía: "¡Miguiñas, Miguiñas, hazme una cuarteta!". A lo que "Miguiñas", escudriñándola bien, al son de su guitarra, le suelta esta quinteta:
"Mocita de Zafarraya,
eres una maravilla
pero más pan hace falta
que, tienes pocas tetillas
y más rasa que una carta!".
Y seguíamos con la feria hasta que se marchaba del pueblo.
Y estas imágenes, guardadas durante más de setenta años en mi recuerdo, han aflorado de vez en cuando a mi memoria, produciéndome algo así como inquietud y desazón anímica. No sé si sería porque en el fondo, mi entonces futura alma de poeta, no se identificaba con la chufla hacia aquel espíritu bohemio y esperpento con alma de poeta y se rebelaba del todo, contra la actitud de mis compañeros de burlas.
Hace unos dias, husmeando por "facebook" leo una referencia de Vélez Málaga, que ni siquiera verifiqué si era actual o de años atrás, en la se daba la noticia, de que en el "desmochado" y viejo ficus del paseo, del Parque de Andalucía de Vélez Málaga, un artista y escultor veleño, estaba creando una talla para homenajear a María Zambrano, y en las ramas recortadas, aparecían unos caracoles grabados y una guitarra en honor y recuerdo de un trovero y poeta popular veleño: José Martín Ortega, "Miguiñas".
¡Me dio un vuelco el corazón! ¡Mira que si fuera el poeta de mi infancia...! "¡Dicho y hecho!
La noticia la daba el diario Sur el día 3 de enero de este año: dos artistas veleños, José Casamayor y el galerista Gil, eran los encargados de plasmar en los viejos muñones del ficus muerto, la nueva vida de las tallas homenajeando entre otros a María Zambrano, el cantaor Juan Brevas y... ¡a nuestro poeta José "Miguiña!".
Volví a internet y, efectivamente me encontré con una abundante y detallada información sobre el poeta "Miguiña", que, primero me sorprendió muy gratamente y luego me emocionó "hasta las trancas", porque allí estaba el poeta de mi infancia, la víctima de nuestras chuflas y bromas infantiles y en el que nunca más reparé, como retándome y diciendo: "¿ahora no mi guiñas?. Lamento y me acuso por mi desconocimiento de esta realidad durante tanto tiempo que, ahora quiero aliviar, colaborando a expandir su memoria entre las nuevas generaciones.
Nació José Martín Ortega, alias "Miguiña", en Canillas de Albaida, el 3 de abril de 1920, hijo de José Martín Pérez y María Ortega Extremera. Su padre murió cuando él contaba siete años de edad y paso a vivir junto a su madre, con un tío suyo, Francisco Martín que, regentaba una carbonería en Vélez Málaga.De su madre hereda la vena artística e intelectual, y fue siempre su referente y su apoyo moral, hasta el fin de sus días. Estudió el niño en colegio de pago, con los Padres Franciscanos de Vélez Málaga. A los ocho o nueve años le sobrevino la primera crisis de salud y se vio atacado a la vez, por un extraño tic nervioso en el ojo que, guiñaba involuntariamente. La hija de una churrera, vecina, de su misma edad y posiblemente, enamorada de él, viéndolo llegar con su tic, exclamaba jubilosa: "¡mi guiña, mi guiña!". Y de ahí, "¡Miguiña" para toda la vida!.
Trabajaba en lo que salía, o recogiendo caracoles, espárragos y chumbos, que luego vendía. Pero, cada vez más, su naturaleza bohemia y de trovero y poeta, le llevaba a giras por la comarca, como un auténtico Juglar del Medioevo, recitando poesías y trovos por calles y plazas de los pueblos y viviendo de la caridad pública.
Cuando estalla la guerra tiene 16 años, y es dado como inepto para el servicio militar. Pasada ésta, se enrola en el circo de los "Hermanos Palacios", recorriendo las capitales de Andalucía, donde obtiene grandes éxitos recitando poemas improvisados a las bellas mujeres que asisten y con otros, elogiando vivamente a las ciudades visitadas. En esos años, adquirió cierta notoriedad en media Andalucía.

Antes de continuar, quiero exponer alguno de los poemas que, recoge en el libro que Juan Fernández Olmos dedica al poeta:
"En Canillas de Albaida nací
un lugar frente a la sierra
y a Vélez Málaga fui,
a vecindarme en su tierra.
Allí tengo mi hospedaje
cuando hago mi regreso
para cambiarme de traje
y darle a mi madre un beso.
Soy José Martín Ortega
y "Miguiña" de apodaje:
"¡un perfecto personaje!".
O esta estrofa de su glosario, "Cante a Vélez ".
"Vélez de mi corazón,
tierra de gracia y cantares, de tí nace la afición
y en tí tengo yo un rincón
y el amparo de mi madre".
Después continuó con sus correrías de juglar por los pueblos de la comarca: Arenas, Canillas, Periana, Las Ventas, Zafarraya... Recitando poemas y viviendo de la caridad publica o comiendo de la venta de los productos que recogía entre pueblo y pueblo: caracoles, chumbos, espárragos, cardillos etc.
(En todos estos años, su creación poética debió ser ingente, imposible de recoger en libro alguno. ¿Dónde los miles de poemas a bellas mujeres y elogios a decenas de ciudades en los tres años de vida en el circo?. ¿Dónde los cientos, los miles de pareados, cuartetas y poemas que como trovero y poeta, creaba en cada pueblo? ¿Donde las decenas de pareados y cuartetas que a diario nos lanzaba a los niños en cada pueblo, a cambio de nuestras risas, silbidos y palmas...? Unos improvisados, como consumado trovero, otros quizas "cojeando" de métrica o rima, pero todos llenos de ingenio, belleza y fina ironía. Si hubiera vivido en los tiempos de la "tecnología virtual" podríamos decir que sus versos estarían "en la nube", pero así...¿en que nube estarán los versos de Miguiña?.)
En estos años, está más deteriorado físicamente y con un cuerpo famélico y enflaquecido.
En una de sus salidas de Canillas de Albaida, buscando el pueblo de Daimalo, la dueña de un cortijo con una hacienda de cabras, Julia Martín Reina que, le tenía afecto al poeta, le dice viéndolo tan famélico y desnutrido: "José, te he preparado un buen tazón de leche, lo quieres migado o con sopitas de aceite". Miguiñas en el éxtasis de la felicidad le contesta arrobado: "sí, doña Julia, así como usted dice, "migado y con sopitas de aceite".
Era "Miguiñas" dialogante, dulce y pacífico, hasta que "se le cruzaban los cables", pues entonces se mostraba crítico, irascible y agresivo, sobre todo con los abusos de gente sin escrúpulos, más aún, si eran del poder político.
En cierta ocasión quiso demandarlo un tendero de verduras, sin escrúpulos, porque le compro a precio de ganga, lo que creyó eran ajos tiernos, cuando lo que se encontró fue que "Miguiñas", conociéndolo bien, le camufló ajo porros por ajos y alcanzándolo en la calle, denostando contra él, le dice con firmeza:
"Tú me compraste los ajos
creyendo que era una ganga.
Mira lo que te ha "pasao"
por vivir de la mandanga".
El tendero, salió corrido y abucheado por la gente.
Pero como he dicho, lo que sacaba a "Miguiñas" de sus casillas, era el abuso de la autoridad y esto, en plena dictadura, era un hábito sumamente peligroso. Por ello, recibió más de una seria paliza en el cuartelillo, y más de dos arrestos en el calabozo municipal. En una ocasión, arremetió con furia contra el alcalde y la corporación de Vélez Málaga, por el intento de ésta, de poner un impuesto abusivo a los "limpiabotas". Ante la puerta del Ayuntamiento recita a viva voz:
"Los caracoles que llevo
si se volvieran leones,
les diría...: ¡valentones!,
¡iros "pa'l" Ayuntamiento y comed a esos ladrones!".
Avisada la guardia civil, detienen al pobre "Miguiñas", lo masacran a palos, lo pelan al cero y lo mandan en un taxi, amarrado con una camisa de fuerza, al manicomio de Málaga. Todavía acertó a filtrar "Miguiñas" una última cuarteta:
"Éste que a mí me ha "pelao",
es un cabo de Montilla.
Aquí, al primero que pillan lo dejan más "repelao"
que el palo de una sombrilla".

Al cabo de unos meses, vuelve del manicomio, gravemente empeorado, física y síquicamente. Pero continúa su gira como juglar por los pueblos de la comarca, aunque ha perdido parte de su alegría. Con su larga melena, su gorra y su sombrero, acompañado siempre de su guitarra, y "un cantar de gesta", que fue el de su propia vida, podríamos hablar de que fue el último Juglar del Medioevo, pero también puede que fuese, el primer "hippy" de la modernidad. Murió en 1956, a los 36 años de edad, tres años después de que yo lo conociera en las calles de Zafarraya. Sucedió en Vélez Málaga, en la misma calle donde siempre vivió y que hoy lleva su nombre.
Hoy me pregunto, ¿tan embrutecidos por el fascismo estaban los miembros de la corporación y su alcalde franquista, en Vélez Málaga, como para darle aquel bestial trato a un alma inocente, a un santo laico?.
Vélez Málaga y toda la comarca de la Axarquía, han reivindicado desde entonces la figura de José Martín "Miguiña", que ha recibido innumerables homenajes, reconocimientos, e incluso libros dedicados a su vida y memoria. Quiero que este pequeño relato, se sume a ellos desde mi modesta aportación.
En el año 2014, la corporación democrática municipal de Vélez Málaga, le dedicó una placa, creación del artista local, Evaristo Guerra, que se situó en el cementerio de la ciudad, junto a la sepultura de su madre, donde él descansa. DEP.
"Y ahora, desde su cielo,
compite al trobo
con sus paisanos,
Salvador Rueda
y María Zambrano.
Juanmiguel, Zafarraya
Este relato, se lo quiero dedicar también a mi hermano Emiliano, muerto hace tres años, porque sé que, siempre tuvo a "Miguiña" en su recuerdo y en su corazón y que, para él, el reencuentro vivido en este relato, hubiera significado la misma agradable sorpresa que ha supuesto para mí.
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