Cuando las piedras hablan: Eduardo de Hinojosa y Naveros


En esta casa nació el 25 de noviembre de 1852 el “Príncipe de la historia de derecho D. Eduardo de Hinojosa y Naveros XXV – XXV – MCMLXVI”.

 La inmensa mayoría de Alhama sabía que, por el nombre de la calle, el académico Hinojosa había sido un alhameño muy singular hasta ser considerado uno de sus más ilustres hijos de toda su Historia. Estamos en septiembre de 1966, cuando tan poco se había escrito sobre Alhama y, por supuesto, menos se había divulgado ni por prensa, ni por radio. La única publicación dedicada a Alhama, al alcance de todos, era, como lo fue desde su aparición su primera edición en 1951, “Alhama, vista por un extranjero”, de Inocente García Carrillo.

 Una de las charlas que dio en la mañana de los domingos este autor en el Cinema Pérez, habló de Eduardo de Hinojosa, con lo acercó a cientos de asistentes, esto sucedería en 1957. Había, indudablemente más que necesidad, obligatoriedad, de hablar a los alhameños en general del insigne alhameño.

 Una vez concluido el I Festival de Alhama, en la feria de aquel septiembre, pensé que sería más que justo un homenaje del pueblo, organizado por su mismo Ayuntamiento, al Académico Hinojosa. Ni corto ni perezoso me decidí a promoverlo. Lo cierto, lo que jamás he olvidado, es que tenía unas posibilidades, a mis 18 años, para recibir la atención y apoyo de autoridades y personas destacada de Alhama, como ya se había visto con el festival y algún que otro acto. El alcalde era alguien del que jamás deberemos olvidarnos los alhameños, por muchas cosas e importantes realizaciones, pero por una en especial, la consecución de los más importante en toda nuestra historia, la Sección Delegada del Instituto “Padre Suarez” para Alhama, quien me dio el honor junto a su esposo Julia, de que fuese el padrino de su buen hijo Pepe, tristemente fallecido el pasado agosto. 

 Pero es que además contaba con otro compadre en sentido simbólico, que era el primer teniente alcalde y presidente de la Comisión de Fiestas, que me designó su vicepresidente y, además, fue un valedor mío igual al anterior. Todo ello sin olvidar a personas como Antonio Moreno Cabello, más que amigos, y Juan Gómez Ortiz, una de las personas más inteligentes que ha tenido Alhama, todos ellos muy buenos amigos a pesar de la diferencia de edad, al igual que varios amigos de mis mismos años.

 Si esto suena a vanidad pido perdón, pero no voy por ahí. Lo único que no quiero olvidar a amigos y personas que me ayudaron tanto y ahora, ya cuando la “tarde va alargándose”, no quiero que queden en el olvido por mi parte porque a ellos les debo el que haya tenido tanta suerte en la vida a la hora llevar a cabo o cumplir ilusiones, esperanzas, propósitos y deseos que, en definitiva, surgieron por mi amor a Alhama, o a Málaga o a Rincón de la Victoria, por la primera desde la misma cuna.

 A mis amigos y alcalde y primer teniente alcalde, hablando de Eduardo de Hinojosa y de cómo sería justo rendirle un homenaje en el próximo aniversario de su nacimiento en Alhama, el 25 de noviembre de 1966, el ciento catorce aniversario, en la entonces denominada calle de los Arcos. La aceptación fue inmediata y la propuesta aceptada con las rectificaciones y consejos apropiados que correspondían. Ante todo, al estar en Granada, me encargaría de las personalidades de la Universidad de Granada que sería interesante que interviniesen llevándoles la invitación especial. Además del alcalde, también abogado, como licenciado en Derecho, hablaría el también abogado y, por lo tanto, licenciado en Derecho, Juan Gómez Ortiz.


 Lógicamente, y más sabiendo los cinco la existencia del “Seminario Eduardo de Hinojosa” en la Universidad de Granada, la visitas que tenía que efectuar era una primera y esencial como la de don Rafael Gisbert Sánchez de la Vega, Catedrático de Historia del Derecho y, además, uno de los máximos conocedores de la obra y trayectoria de Eduardo de Hinojosa, esencial para lo que deseábamos, y la otra personalidad, creo que más que por su renombre que por su enfoque en relación a nuestro histórico paisano, José María Stampa Braum, catedrático de Derecho Penal, con prestigio internacional.

 La visita a Gisbert fue todo un éxito, acepto sin el menor titubeo y le agradó que Alhama se acordase de tan ilustre paisano. La visita a Stampa, fue más complicada, en primer lugar, lógico, ante mi edad y propósito, se inició con el recibimiento por uno de sus pasantes, Juan García Alarcón, con quien años después, ya en Málaga nos hicimos muy buenos amigos y participamos ambos en la UCD. Éste, uno de los mejores abogados que ha tenido nuestra tierra andaluza y española, con una exquisita educación y una colosal preparación, me efectuó toda una serie de preguntas sobre el acto y, tras una media hora, me dijo que esperase en su despacho, no mucho después, me llevo ante Stampa y este dándome las gracias por la invitación, me indicó que en principio aceptaba pero que no podía confirmarlo debido a que podía surgir un compromiso que lo impidiese. No obstante, le pregunté que, si lo podía relacionar en los programas y cuanta publicidad e informaciones se efectuasen, lo que acepto, pero reiterándome que la confirmación no era total.

 Como os imaginareis amigos lectores, mi alegría era inmensa y cuando se lo comunique a Pepe Gómez más aún, y como no era día de cine, el acto se celebraría en viernes, en el Cinema Pérez no tenía problema ni nosotros tampoco. Ahora bien, si nos preocupaba la asistencia, aunque yo no olvidaba que a la hora que sería, toda la placeta y hasta parte del que denominábamos el Paseo de Arriba estaba repleto de personas y con una buena publicidad contaríamos con público para no hacer el ridículo. Lo que no nos esperamos es que, tanto en el acto de inauguración de la placa como en el acto del cine, sí contase con cientos y cientos de personas. Aunque todo tenía su razón.

 El texto de la placa se realizó por Pepe Gómez y por mí conjuntamente, él me dejaba hablar y luego decidía y, por supuesto, con acierto y la llevamos a una “lapidaría” que entonces había no muy lejos del Teatro Isabel la Católica, en la conocida “Acera del Casino” de Granada.

 Se acercaba la fecha, se efectuaron invitaciones especiales a autoridades de Granada y a los alcaldes de la comarca, así como a las autoridades, representaciones y maestros alhameños. Manolo Melguizo, efectuó un magnífico cuatro-retrato de Eduardo de Hinojosa que presidia el escenario del Cinema Pérez y se imprimió un programa de mano y un cartel. Se le dio a los dos actos en que iba a consistir el homenaje una gran difusión, aunque la enorme afluencia de público no fue sólo por ello.

 A las siete y media de la tarde de aquel 25 de noviembre, el alcalde y Rafael Gisbert, ante una gran expectación, se descubrió la placa en medio de los aplausos de los muchos asistentes. El inmenso gentío, tras ello tomo el camino del cine, que en pocos minutos tanto la parte de butacas, así como el anfiteatro y gallinero quedaron repletos de personas, como parte de los pasillos de ambos lados.

 A mí se me había encomendado tanto la apertura del acto, así como la presentación de los intervinientes. Pocas veces en mi vida he estado más nervioso. Era la primera vez que iba a hablar en público. Me temblaban las piernas como a mí jamás antes me había pasado. Una vez ya todo el mundo callado y atento, me calmé. Claro está, lo he hecho en alguna ocasión en mi vida, pero estas palabras me las aprendí de memoria con puntos y comas como si fuesen una oposiciones a notarios, y a resultado que con las de mi primera conferencia sobre “Alhama, Histórica”, pronunciada en el mes de febrero posterior, jamás he olvidado, aunque de la conferencia sí, las repito con menor fidelidad, las de la presentación del acto de Hinojosa, adaptando las que había escrito para el programa, propias de aquella edad y enfoque del acto, donde la retórica vence a lo adecuado y sencillo, fueron: “Un imperioso dictado de nuestras conciencias, como alhameños, nos induce a llevar a cabo la fervorosa organización de este homenaje al más ilustre de nuestros paisanos.

 Rugosa, agrietada y dura, ya la tierra que cubre los restos del inolvidable Eduardo de Hinojosa, nos sentimos obligados, cada vez más, a que el recuerdo del brioso investigador alhameño reciba, en el ciento catorce aniversario de su nacimiento, como en un aro de santas ofrendas, el perfume cordial de nuestra imborrable devoción.

 Nunca más justiciero tributo pudiera ser rendido a un espíritu que ha dejado sobre este mundo la estela de la luz de sus elevados pensamientos, saturados de una fuerte esencia de amor, que se espació con igual generosidad tanto en España como en multitud de países, como esos pomposos jazmineros que, escalando muros, extienden a dos campos la alegría de su ramaje y el bálsamo de su aroma.


 La figura del Académico Hinojosa asume y condensa toda la significación amplia y sentimental del destino superior de la raza española. Perteneció a la prócer categoría de los elegidos, de los señalados por la mano de Dios para ser ejemplo y camino, realizando la doble misión de difundir su evangelio y comunicar a las almas el temple de su irreductible entereza. Era su corazón, el coracán bravo y luminoso del buen investigador de sangre ibérica, con todos sus actos heroicos, sus anhelos de justicia y sus gallardías indomables.

 Emanaba de su personalidad ese algo misterioso, que es la luz de fe y fuerza del dominio, esa onda imparable y sugestiva, propia al polo imantado, hacia las que van atraídas todas las demás energías, cumpliendo una orden poderosa e irresistible de la Naturaleza.

 He aquí el secreto de su relieve psicológico: en su figura y en su voluntad resplandecían en maravillosa función, la altivez goda y la dulzura franciscana. En todos los cargos que desempeñó pudo ser gozador en el huerto cercano del egoísmo, pero prefirió andar su jornada por los ásperos caminos de la vida, guiado por la estrella de un ideal, que ha sido la antorcha que ha prendido fuego a la hoguera que alumbra permanentemente a un excepcional grupo en sus pensamientos.

 Nos lo imaginamos caminando ante nosotros, abriendo con su paso la senda de enseñanzas que, lo mismo que su obra, con su ejemplo, ante nosotros, nos ha dejado en esta vida. Le llegó la muerte un día del florido mayo, junto a su campo de batalla, que era el campo del estudio y de la investigación científica, aunque mermadas sus fuerzas durante unos años.

 Caigan hoy, este veinticinco de noviembre de 1966, sobre el nombre del incansable investigador del derecho, las expresivas flores de nuestra ofrenda fraternal de paisanos, porque el tributo que se rinde a don Eduardo de Hinojosa y Neveros es el homenajes más justiciero y elocuente que se ofrece a los hombres que, día tras días, van dando su vida por la ciencia”

 Después, con aquella singular oratoria que poseía, gracias a su talento, preparación y hasta voz, el abogado alhameño Juan Gómez Ortiz, quien, como nos suele pasar, en un discurso medio preparado y medio improvisado, efectuó una semblanza de Eduardo Hinojosa, magnifica y emotiva, “de paisano a paisano sin dejar de tener muy presente que lo hago con sabio del Derecho y de sus Instituciones”.

 Llegado el turno de Stampa Braum, como presentador del acto, leí una carta en la que se excusaba por motivos profesionales ineludible, quedando a nuestra disposición para otra ocasión que fuese oportuna su participación.

 Presenté, tras dar a conocer la excusa, que curiosamente también fue aplaudida por la numerosa asistencia, a continuación, a don Rafael Gisbert y Sánchez de la Vega. Don Rafael se sentía muy a gusto en el acto, como estaba sentado junto a él en la presidencia, lógicamente él, presidiendo con el alcalde y al otro lado Juan Gómez, en varias ocasiones me miró tras echar un vistazo a la totalidad de cómo se encontraba el cine abarrotado de personas.

 Como era de esperar su intervención fue magistral, tanto por su conocimiento científico sobre la obra, la vida y humanidad de nuestro tan ilustre paisano. Destacó la justicia del acto y puso de relieve, de una forma pedagógica, el significado de Hinojosa y porque su singularidad para que todos entendiésemos porque la grandeza y justicia de actos de esta índole.

 Por supuesto, el aplauso que se llevó fue singular y la emoción que sintió, a pesar de sus experiencias en estas lides, la observamos plenamente.

 Por último, el alcalde , José Gómez Pérez, que tenía un gran conocimiento sobre Hinojosa y su vida y familia en Alhama, hizo gala de que nuestro pueblo contase con tan insigne personaje y de cómo cuando se le propuso el homenaje lo apoyo plenamente y se llevó a cabo haciéndolo suyo el mismo Ayuntamiento, siendo él presidente del Comité Organizador y nombrándose me a mí vicepresidente del mismo, elogiándome y felicitándome por el éxito de toda la organización y agradeciendo a los interviniente su acertados discursos, dándole por último las gracias a los cientos de asistentes, los que volvieron a dar un calurosísimo aplauso y que devolvimos desde la misma mesa presidencial, situada en el escenario.

 Bueno ahora debo dar a conocer cómo fue posible tanta afluencia de público. Lo primero porque cuando se hacía algo especial en Alhama, la gente acudía, no olvidemos, por ejemplo, que la televisión aún no había llegado a cientos de hogares y a los que habían llegado las personas mayores, sobre todo varones, salían a la placeta y la juventud a los paseos y acudían a cualquier novedad o convocatoria. 

 Pero es que aquel 25 de noviembre de 1966, a las cinco de la tarde, tuvo lugar el entierro de una de esas buenas e inolvidables personas que siempre ha tenido Alhama para todo el pueblo y sus clases, como fue Inés Espejo Guerrero esposa de aquella persona tan querida y respetada por todos los alhameños y la comarca entera, hermano mayor de la Hermandad de la Virgen durante tantos años, Federico Jiménez Moya, conocido cariñosamente como Federico “El de la Parra”. Y esto, lógicamente hizo que, tras el entierro y teniendo conocimiento de que iba a haber unos actos públicos, cientos de personas esperan un poco para aprovechar y asistir a los mismos. ¡Y mira que asistieron!

Fotos: Pablo Ruiz.

 

 


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