Que el cambio climático ya es una realidad, lo tenemos asumido: lo dicen los expertos. Que la temperatura media del planeta se ha elevado en pocos años un grado (o grado y medio), también nos lo han dicho ya (los expertos). Y de que este verano ha hecho muchísima calor también nos hemos enterado todos (la tele lo decía al mediodía y por la noche día sí, día también).
Del fenómeno contrario (o sea, del frío) escribía yo hace unos años en este mismo medio: “Un frío del carajo”. Y es que frío hacía en aquellos lejanos inviernos de mi infancia y juventud y frío hace en los inviernos de ahora. Calor hacía en aquellos veranos (grado arriba, grado abajo) y calor hace en estos. Una gran diferencia sí que había: no teníamos la televisión para advertirnos machaconamente sobre las inclemencias climáticas que se avecinaban. Y digo yo: ¿tendrá esto algo que ver con nuestra actitud ante los fríos y las calores que padecemos?
Pero hay algo más: a pesar de aquel supuesto grado menos, yo pasaba más calor en aquellos veranos (antes del cambio climático) que ahora. Y yo también, dirán algunos al leer estas líneas. Y es que el común de los mortales de estas tierras nuestras de economía agraria pasábamos el verano en el campo y en la era. Y, aunque hubiese algún gradillo menos, arrancando garbanzos (recordad la mezcla de sudor y salitre), segando, o volviendo la parva al mediodía, se sudaba bastante más que en estos tiempos. Y eso que a veces se aprovechaba la luz de la luna para algunas faenas puntuales. Recuerdo, sobre todo, haber arrancado garbanzos en noches de luna llena.
No sufríamos el martirio de la televisión. Pero el agotador trabajo de las faenas veraniegas tampoco nos daba opción a muchas disquisiciones sobre el clima. Tampoco nos dejaba ganas de estar a las tantas de la noche sentados en la terraza de un bar o pegando carreras con la moto (que tampoco la teníamos) por las calles del pueblo, como escucho ahora mismo mientras escribo este artículo; o cada noche mientras leo o intento dormir.
Recordando aquellos veranos, escribí hace unos días unos versos que, tras dudarlo mucho y prometiendo que no sentarán precedente, he decidido compartir con ustedes. No es mi estilo, pido por ello humilde y doblemente perdón.
GARBANZOS CON LA LUNA
¡Ay, noches de luna llena
brillando sobre los campos!
En cuanto cene un poquillo
me voy a arrancar garbanzos.
Quince fanegas na menos
hemos sembrao este año.
Tengo aborrecía la olla
y ya ni compro tostaos.
Vamos, que no se nos pasen,
que pasaos es peor.
Garbanzos con luz de luna,
garbanzos con luz del sol.
Santa Cruz, agosto 2022
Luis Hinojosa D.
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