Cuenta la leyenda que Ícaro quiso volar con las alas que su propio padre le construyó. Pero, desoyendo los consejos de este, voló tan alto que el calor del sol derritió la cera que unía las plumas, provocando un trágico final para su aventura.
Ícaro
Quise ser como Ícaro y volar.
Quise alcanzar el cielo.
Apartarme del mundo y sus afanes.
O descubrir, tal vez,
un mundo nuevo.
Quise alejarme,
quizá por olvidar,
de este desasosiego,
asiduo compañero de viaje.
Del sinvivir en que el vivir se torna
cuando el vivir
solo es ansia insaciable.
Quise encontrar
la descansada vida
que Fray Luis descubriera;
la diosa libertad,
surcando mares
en el bajel pirata de Espronceda.
Quise, en fin, despojarme
del pesado equipaje que arrastramos
y volar libre, lejos de esta tierra.
Pero cientos de soles,
con sus ardientes rayos,
derritieron la cera de mis alas.
Y me arrojaron,
abatido y maltrecho,
a las olas de un mar embravecido,
a una cruel realidad aún no olvidada.
Vencido, avergonzado,
arrastro por el mundo mi fracaso,
arrastro mi tristeza.
Mis sueños de volar sólo eran pájaros,
pájaros que anidaron
en mi cabeza.
Luis Hinojosa D.
Santa Cruz, julio 2020.
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