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Intervención de Lorenzo Canales, invitado de la XXIV velada Alhama Ciudad de los Romances, celebrada el 8 de agosto de 2020, en el Paseo del Cisne
Audio de la intervención de Lorenzo en la XXIV velada
Alcalde de Alhama de Granada, concejales de la Corporación Municipal, Presidente y miembros del Patronato de Estudios Alhameños, amigos alhameños y alhameñas...
Buenas noches a todos en esta velada especial para Alhama y muy especial también para mí, porque sin nacer aquí, en Alhama tengo la FE de bautismo de mi hija y porque muy cerca de aquí, en el antiguo Sibanco del añorado Juanma, una fría noche de invierno, Pepe Molina me bautizó con vinillo del terreno.
Nací en Jaén, pero soy jameño consorte... y consuerte.
Consorte de una jameña con la que me casé en Granada y con la que aprendí a querer y a disfrutar Alhama como cualquiera de vosotros.
Consorte y con suerte de tenerla a mi lado y haberla conocido cuando, por cierto, todavía era concejal de este ayuntamiento.
Anteriormente, durante su etapa en el equipo de gobierno, este acogió la idea que le trasladó Andrés García Maldonado para convertir Alhama en la Ciudad de los Romances.
Sembraron entonces una semilla que brotó, creció y que se ha multiplicado con el paso del tiempo. Ya han pasado 24 años de aquella primera edición... y, quién le iba a decir a ella que, 24 años después, su marido sería el Invitado de Honor de la Velada.
Soy alhameño consuerte, por tener la suerte de disfrutar de este precioso pueblo cargado de historia, de tradiciones y de tantas generaciones de buena gente, hospitalaria, cariñosa, sencilla y alegre.
Suerte de haber hecho buenos amigos y de tener una familia muy apañá, conocida y querida en el pueblo.
Familia polifacética, carnavalera y devota de su Virgen de las Angustias. Sinceramente, me siento muy orgulloso de mis tíos, cuñados, sobrinos, primos… y de tantos resobrinos.
Una familia con todos sus avíos y a la que no le falta ni un perejil...
Bueno, sí. Nos falta ya la chacha Ana y los tíos Juan y Nicolás, pero los tres están siempre con nosotros en el recuerdo y, sobre todo, en nuestro corazón…
De las historias interminables narradas por el chacho Rafa, de las experiencias vividas y contadas por mi suegro Pepe y de las muchas habilidades que tiene María, mi suegra, he aprendido mucho y bueno de Alhama.
Ellos, por cierto, también me enseñaron a entender lo que es estar maspallaílla, poner el tutú, comer maní o no mosquearme cuando me dicen por la calle: “torpe, que no me conoces”...
Hoy estamos en el Paseo del Cisne, emplazamiento extraordinario para situar la edición de esta Velada, que siempre se ha celebrado a los pies de la torre de la Iglesia Mayor de Nuestra Señora de la Encarnación, salvo en una ocasión en la que, por unas obras en la Plaza de los Presos, tuvo que trasladarse al Patio del Carmen.
En este lugar donde nos encontramos hoy, elegido para guardar mejor la distancia de seguridad, estamos todos enmascarillados, sin ser carnaval, para celebrar aquí, por primera vez, esta Velada dedicada a Alhama, Ciudad de los Romances, que será recordada como la Velada del Coronavirus. Enhorabuena al Patronato, por no dejarse vencer ni siquiera por las pandemias…
Estamos en el Paseo del Cisne que, como Andrés García Maldonado recordaba en “Alhama Comunicación”, antaño se llamaba Paseo de “Arriba” para diferenciarlo del Paseo de “Abajo”, lo que ahora es la Carrera de Francisco de Toledo, y que entonces se denominaba Paseo del Sagrado Corazón de Jesús.
A este lugar se le puso el nombre de Paseo del Cisne, por la fuente que lo preside desde 1958, cuya labor se encargó al escultor granadino Nicolás Prados, formado en las Escuelas de Artes y Oficios de Granada y Almería y en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Sin embargo, a este lugar se le siguió llamando simplemente “Paseo” hasta que, en 1967, para anunciar la segunda edición del Festival de la Canción de Alhama, fuese precisamente Andrés García Maldonado quien propusiera que en los carteles apareciese el emplazamiento del evento con el nombre completo. Desde entonces y hasta ahora, siempre se le ha denominado ya Paseo del Cisne en cualquier acto que aquí se ha convocado.
Llevo pocos minutos hablando y ya he mencionado dos veces a Andrés, ausente esta noche, pero presente siempre en nuestro agradecimiento. Me llamó ayer para decirme que no podía estar esta noche con nosotros, porque tiene que cuidarse y no exponerse mucho mientras se recupera.
A Andrés García Maldonado le debemos tanto, que sin él nadie estaría aquí esta noche y, sin su tesón y esfuerzo, Alhama no sería lo que es. Por eso, quiero pedir, antes de continuar, un fuerte aplauso para él, porque estoy seguro de que lo recibirá en tan solo unos minutos, cuando traslademos nuestro cariño desde este Paseo hasta su lugar de residencia…
Andrés, ahí lo llevas… ya baja por el boquete de Zafarraya hasta tu corazón.
Aprovechando que estamos en este espacio y de la ubicación en él del edificio del Castillo, quiero dedicarle también un guiño histórico a la antigua Alcazaba de Alhama, ya desaparecida, ya que esta Velada se fundamenta en los famosos romances que tanto se difundieron dentro y fuera de sus murallas.
La Alhama musulmana fue, desde el principio, una ciudad fortificada, contando en su interior con la Medina, donde se estableció la población, y la Alcazaba, que albergaba la guarnición militar, Alhama estaba rodeada de murallas que aprovechaban la protección que les daban los tajos por dos de sus flancos y por altos muros jalonados de torres, portillos y cuatro puertas: la de Granada, la de Málaga, la del Agua y la de la Mina.
Todo este sistema defensivo hizo de Alhama un lugar casi inexpugnable... y digo casi, porque el 28 de febrero de 1482, cayó ya para siempre en manos cristianas.
Tras la épica conquista de Alhama por las tropas castellanas, la ciudad reforzó aún más sus puntos débiles por miedo a que los musulmanes consiguieran recuperarla.
Y bien que lo intentaron... De hecho, el rey moro consiguió formar un ejército e ir hasta Alhama, pero la ciudad estuvo siempre bien defendida. Hasta en tres ocasiones fue a guerrear contra los cristianos, aunque obteniendo siempre el mismo resultado. Se dieron del todo por rendidos cuando, a finales de abril de 1482, el rey Fernando el Católico puso el pie en la ciudad de Alhama.
Sin embargo, tras la toma definitiva de Granada, diez años después, las torres que formaban la Alcazaba de Alhama se mandaron destruir, dejando tan solo algunos vestigios en pie.
Como sabéis, todavía pervive el trazado de la Medina, cuyo centro de la ciudadela se situaba en la actual Plaza de los Presos, a los pies de la mezquita mayor (posterior iglesia parroquial) y junto al zoco, las alhóndigas y la alcaicería.
La Alcazaba ocupaba la parte más elevada del paseo de Alhama, estaba separada de la población por una ronda y albergaba las dependencias de los militares, con viviendas, caballerizas y almacenes. Además, contaba con una gran torre que era la residencia del alcaide y que podría ser muy similar al edificio que hoy conocemos como El Castillo.
A mediados del siglo XIX, Pascual Madoz refleja en su “Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus Posesiones de Ultramar”, la existencia de los restos del Castillo de Alhama, reflejando lo siguiente:
“Teniendo al Norte y Oeste una muralla casi destruida en la que se conservan vestigios de anteriores fortines y un Castillo que ocupa todo el lado occidental de la población, cuya entrada facilitaban únicamente dos puertas conocidas con el nombre de Málaga y Granada, las cuales se hallaban en las extremidades que respectivamente unían la muralla con el tajo.
A la extremidad inferior de este conducía una mina practicada desde el castillo, hallándose en el día obstruida; si bien por la parte del expresado castillo se puede calcular el sitio donde principiaba, no es posible fijar con exactitud su entrada: la cual se halla confundida con los muchos escombros que hay en el mismo.”
Entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, ya en manos privadas, el Castillo se remodeló presentando el aspecto que tiene hoy en día.
Tenga valor como Monumento o no, sea Bien de Interés Cultural o no, este edificio es uno de los muchos símbolos de Alhama y, como tal, debe permanecer entre nosotros, con permiso de Juan Miranda y su familia quienes, estoy seguro, lo van a recuperar para disfrute de todos los alhameños y visitantes.
Volviendo a las historias que surgieron de la Alcazaba, me quiero detener en una muy curiosa que, estoy seguro, muchos ya conocéis y no os importará que la recuerde esta noche:
Aquí se inventó el papel moneda, o lo que es igual, aquí en Alhama nació el billete.
Quise contrastar esta información y, consultando en los archivos de la Real Academia de la Historia, encontré esta reseña sobre Íñigo López de Mendoza y Quiñones, Conde de la Tendilla y alcaide cristiano de Alhama:
“Tras pasar su infancia y juventud en Guadalajara, decidió seguir los pasos de su padre, incorporándose a la campaña de conquista del reino de Granada. Al igual que otros nobles castellanos, contribuyó a la contienda con provisiones, dinero y soldados reclutados a su costa, adquirió una amplia experiencia en el arte de la guerra de guerrillas y participó activamente en la conquista de la ciudad de Alhama, de la que fue nombrado alcaide y capitán general.
Posteriormente, el conde logró salvar el largo y duro asedio sufrido por la plaza, ordenando pintar parte de un lienzo de muralla derribado para esconder las obras de reconstrucción y creando un papel moneda que tuvo validez para cualquier intercambio o transacción en la ciudad durante el tiempo que duró el cerco.
Ambas soluciones, especialmente ingeniosas, le reportaron un alto prestigio que no pasó desapercibido para los Reyes Católicos. Éstos, confiando en sus habilidades diplomáticas, lo enviaron a finales de 1485 desde Alhama a Roma como embajador ante el Papa Inocencio VIII.”
Efectivamente, el Conde de Tendilla era alcaide de Alhama en 1483, cuando se encontró sorprendido por los asedios de las tropas del rey de Granada, ansioso por recuperar la plaza que perdiera un año antes.
Sin embargo, habiendo tenido que afrontar obras muy costosas para reparar los daños en los muros de defensa, el Conde se quedó sin dinero. Eso provocó que sus propias tropas amenazaran con amotinarse cuando este dejó de pagarles las soldadas.
Así lo cuenta Gonzalo Fernández de Oviedo en el Diálogo XXVIII de su obra Batallas y Quincuágenas:
“Había días que no se daba dinero a la gente que el conde allí tenía y los soldados de mala gana lo comportaban y se quejaban del rey y del conde. Y era la murmuración ya tan desvergonzada, que faltó poco para amotinarse y desamparar la ciudad. Y como el conde sintió eso, pensó un muy lindo entretenimiento y forma de paga de todo lo que se le debía a la gente de guerra, y dioles moneda sin dineros de justo valor y peso.
Y de la forma que para ello tuvo, fue que hizo muchos albalaes, firmados de su nombre, de diversos precios y en cantidad, así de un ducado como de más y menos cuantía. Y repartiéronse en aquel valor que el conde les puso y mandó que todos los bastimentos, sin subir ni encarecer más de como estaban, se les diese por aquella moneda o albalaes. Y prometió y dio su fe como caballero, de no salir de Alhama sin pagar todas aquellas monedas y firma, cuando después se le tornasen. Y así lo cumplió y pagó todo después en su tiempo, sin quedar a deber cosa alguna de cuanto había firmado.”
Así es como lo refleja en su obra Gonzalo Fernández de Oviedo, quien fue nombrado por el emperador Carlos V primer cronista de las Indias y a quien no se le escapó este detalle que quiso poner al nivel de otros muchos pasajes de la historia que le tocó vivir y contar en sus crónicas.
Le sucedieron en importancia otros grandes cronistas de la época, entre ellos, Antonio Pigafetta. Este italiano fue quien escribió la crónica de la gran expedición marítima del siglo XVI, financiada por la Corona española, que estuvo capitaneada primero por el portugués Fernando de Magallanes.
Tras su muerte, el mando pasó al español Juan Sebastián Elcano, que fue quien logró completar la primera circunnavegación de la Tierra en la historia.
Pasado mañana, día de San Lorenzo, se cumplen 501 años de la partida de las naos Trinidad, San Antonio, Concepción, Victoria y Santiago desde Sevilla, navegando primero por el río Guadalquivir, para descender por sus aguas hasta Sanlúcar de Barrameda y zarpar ya desde el Atlántico.
Es tiempo, pues, para los Cronistas, a los que está dedicado el programa musical de esta vigésimo cuarta edición de la Velada, con mención especial a Antonio Pigafetta, protagonista del repertorio interpretado por Músicas Antiguas “Sirkedjè”, una formación con una dilatada trayectoria. Estoy seguro de que a todos nos va a encantar el concierto de esta noche, basado en los pasajes de esa legendaria travesía.
He asistido con anterioridad a esta velada como espectador, espectante ante la dimensión de este acto, único y sin precedentes en el panorama cultural andaluz.
Recuerdo que la primera vez, pasé frío en la Plaza de los Presos, algo inconcebible en estas fechas para un jiennense nacido y criado en pleno Valle del Guadalquivir y donde a estas horas el termómetro se resiste a bajar de los 36 grados...
Porque, efectivamente, vengo de Jaén, la tierra del Santo Reino, allá donde surgió el romance fronterizo más antiguo que se conoce y que cantaba el cerco de Baeza por el rey de Granada y don Pedro el Cruel.
Este fue recogido por Argote de Molina en su libro “Nobleza de Andalucía”, escrito en 1588.
Está inspirado en el sitio que sufrió Baeza por las tropas del caudillo moro AUDALLA MIR, ayudado por las fuerzas del rey don Pedro, llamado despectivamente “el traidor de Pero Gil” por los partidarios de don Enrique, que por aquel entonces gobernaban Baeza.
Sin embargo, siendo más antiguo, no ha llegado a tener la fama y el conocimiento alcanzado por los romances alhameños, cuya trascendencia histórica y difusión popular fue mucho mayor.
De ¡Ay de mi Alhama! sabemos que aparece en multitud de colecciones del siglo XVI, además de en pliegos sueltos, libros de música y obras de teatro. Pero también debemos saber que de él se encuentran rastros de su existencia en la tradición oral, también en Portugal.
Las más antiguas debemos situarlas en el siglo XIX en las ciudades portuguesas de Miranda do Douro y en la isla de Madeira.
En la primera, por cierto, se encontró con una variante muy curiosa: los cuatro primeros octosílabos de la composición son los únicos que se asemejan con el original ¡Ay de mi Alhama!
El resto del romance habla de un rey enamorado, que nada tiene que ver con el rey moro que se lamenta por la pérdida de Alhama… Sabemos que la obra más antigua que contiene el poema es el Cancionero de Romances de 1550, reunidos por Martín Nucio.
Sobre el romance “El alcaide de Alhama”, cinco son las obras a lo largo del siglo XVI que lo recogen. Si la primera referencia se encuentra también en el Cancionero de Romances, la siguiente en importancia se sitúa, curiosamente, también en Portugal, en el Cancionero de Elvas.
En la biblioteca de esta ciudad portuguesa, perteneciente al distrito de Portalegre, en la región del Alentejo, existía un manuscrito que fue descubierto en 1928 por el musicólogo Manuel Joaquim y que fue publicado en 1940.
He considerado muy interesantes estos hechos y por eso he traído aquí estas curiosidades que llevaron hasta tierras portuguesas la fama de nuestros romances y que pasaron a formar parte de su legado cultural.
Los romances fronterizos, como ya se ha contado en estas veladas, corresponden a la crónica poética y popular del avance de la Reconquista desde el último tercio del siglo XIV y de la difícil convivencia de moros y cristianos en los territorios de frontera.
Eran las crónicas o noticieros de la época, último brote de la poesía épico-lírica de tipo tradicional que “poetizó la vida pública”, según Ramón Menéndez Pidal.
Y en esa faceta, muy poco poética y mucho más prosaica, se encuentra hoy este invitado, muy honrado de estar aquí y muy agradecido al Patronato de Estudios Alhameños por acordarse de mí para ser el cronista que pronuncie este discurso durante la Velada.
Llevo 30 años recogiendo las crónicas y noticias de este mundo que nos ha tocado vivir, pero siempre desde nuestra Andalucía...
En este tiempo, he recorrido y respirado las tierras de Sevilla, Huelva, Granada y Jaén, empapándome de la vida y de la obra de deportistas, mineros, marineros, agricultores y ganaderos.
Descubrí el poniente andaluz para sumergirme después en las incógnitas sobre la vida y muerte de Federico, en mis primeras nieves de la sierra o en las obras del metro de Graná.
Ahora sigo esperando que alguien decida poner en marcha el paralizado tranvía de Jaén o que suba el precio del aceite para que el olivar siga siendo rentable a tantos aceituneros altivos.
Vivo en Jaén, capital del santo reino olivarero, que sigue sin levantarse brava sobre sus piedras lunares, a pesar de sus más de 60 millones de olivos plateados.
Pero la esperanza es lo último que se pierde y quiera Dios que todavía me queden muchos años para seguir mirando la vida a través de una cámara de televisión, o contándola en la radio desde un micrófono. Lo que sí haré, siempre, es escuchar cada uno de sus latidos y sentir mis pies pisando los caminos adonde me lleven mi profesión y mi vida.
Hoy, AQUÍ, lo estoy haciendo desde mi casa y con el corazón. En un año difícil. En un tiempo complicado y repleto de incertidumbres. En una situación que nos debe unir más que nunca para salvar el miedo pero, eso sí, sin perderle el respeto al virus.
Ojalá reconquistemos pronto la normalidad que debemos a las nuevas generaciones de niños y niñas a los que les está tocando vivir este periodo de sonrisas ocultas por mascarillas y de juegos distanciados, de clases virtuales y maestros y maestras que se asoman a nuestra casa a través de una pantalla.
Ojalá nuestros mayores puedan recibir muy pronto tantos besos y abrazos robados y dejen de sufrir las consecuencias de un virus que les amenaza después de una vida cargada de trabajo y sacrificio. Se lo debemos todo a ellos. Por eso, debemos protegerlos.
Con el recuerdo hacia las víctimas, con nuestro apoyo a los enfermos y nuestro abrazo agradecido a quienes defienden nuestra salud y luchan contra la pandemia.
A todos ellos quiero dedicar el Romance que corre por las venas de los alhameños y alhameñas, símbolo de un sentimiento que marcó uno de los pasajes más importantes de la Historia y que se ha convertido en el orgullo de esta Muy Noble y Leal Ciudad.
¡AY DE MI ALHAMA!
Paseábase el rey moro por la ciudad de Granada,
desde la puerta de Elvira hasta la de Vivarrambla.
-¡Ay de mi Alhama!
Cartas le fueron venidas que Alhama era ganada.
Las cartas echó en el fuego, y al mensajero matara.
-¡Ay de mi Alhama!
Descabalga de una mula, y en un caballo cabalga,
por el Zacatín arriba, subido se había al Alhambra.
-¡Ay de mi Alhama!
Como en el Alhambra estuvo, al mismo punto mandaba
que se toquen sus trompetas, sus añafiles de plata.
-¡Ay de mi Alhama!
Y que las cajas de guerra apriesa toquen el arma,
porque lo oigan sus moros, los de la Vega y Granada.
-¡Ay de mi Alhama!
Los moros que el son oyeron, que al sangriento Marte llama, uno a uno y dos a dos, juntado se ha en gran batalla.
-¡Ay de mi Alhama!
Allí fabló un moro viejo, de esta manera fablara:
-¿Para qué nos llamas, rey? ¿Para qué es esta llamada?
-¡Ay de mi Alhama!
-Habéis de saber, amigos, una nueva desdichada:
que cristianos de braveza ya nos han ganado Alhama.
-¡Ay de mi Alhama!
Allí fabló un alfaquí, de barba crecida y cana:
-Bien se te emplea, buen rey. Buen rey, bien se te empleara.
-¡Ay de mi Alhama!
-Mataste a los Bencerrajes, que eran la flor de Granada;
cogiste los tornadizos de Córdoba la nombrada.
-¡Ay de mi Alhama!
-Por eso mereces, rey, una pena muy doblada:
que te pierdas tú y el reino… y que aquí se pierda Granada.
-¡Ay de mi Alhama!
GRACIAS, ALHAMA. Buenas noches…
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