En defensa de Juan Carlos


Que, a fin de cuentas, no ha hecho nada que no hubiese hecho cualquiera en su lugar.

 Y, sobre todo, si cuantos te rodean no paran de decirte lo guapo, inteligente, campechano y buen navegante, cazador y “artillero” que eres. Al final acabas por creértelo. Y ya no digamos si, además criticarte hay que hacerlo midiendo bien las palabras, por lo que pueda pasar.

 Por otra parte, es cierto que, ciñéndonos a los hechos, supuestos hechos hasta hora conocidos, se da la circunstancia de que los conocemos por las declaraciones de una amante despechada y un comisario que hizo negocio de obtener y comerciar con informaciones que otros prefieren que no sean públicas. El comisario Villarejo se hizo con un capitalito a base de vender dossieres de gente que podía pagar para publicarlos o no publicarlos.

 ¿A qué español viril y racial no le gustan los yates, la caza (todos los tipos de caza), comer bien, beber mejor y no dar un palo al agua? En cuanto a lo de defraudar a hacienda, estoy por pensar que es el deporte nacional de cuantos se lo pueden permitir.

 No y rotundamente no. El culpable no es el rey, no sé si huido o exiliado o expulsado de su casa. Las tres versiones las he leído y, hasta que se sepa, si alguna vez se llega a saber, no apuesto por ninguna. Mucha más culpa que el coronado la tiene una sociedad que hasta ayer mismo le reía las gracias, ¡qué campechano que es ¡y que hacía oídos sordos o miraba a otro lado cuando se paseaba, supuestamente, por países Oriente Medio, poniendo la mano a ver lo que caía en ella, para después llevarlo, supuestamente, a Suiza. Por si alguna vez se tenía que exiliar, supongo, tener con qué tener una vejez sosegada y sin merma de su nivel de vida.

No juzgo a quien no ha hecho otra cosa que aquello para lo que fue elegido.
 Se trata de la institución, señor presidente Pedro Sánchez, de una institución opaca, a la que no es posible pedir responsabilidades y en la cual no se entra por medio de una votación, o unas oposiciones que es el modo más usual de ocupar un cargo público. Se heredan las fincas, los paquetes de acciones que dan derecho a ser casi dueño de una empresa. Pero el actual sistema de jefatura del estado, que por la constitución vigente se hereda también, es un anacronismo.

 Y una evidente falta de democracia en el sentido de que hay un puesto al que ni puedo acceder ni puedo votar a quien a él acceda. Es la monarquía, no el monarca la que me hace sentirme intelectualmente incómodo. No se trata de que el Borbón del “Bribón” sea o no culpable de lo que le acusen o de que el Borbón aficionado a los coches de alta gama pagados por el erario público, sea una figura intachable. Personalmente creo que quien una noche de invierno tuvo que velar, junto a su padre, si es cierto el dato, debe tener claro que se debe a todos los españoles, y estoy convencido de que los excesos energéticos de su padre, le harán escarmentar en cabeza ajena, por ahí nada que objetar.

 Es, simplemente que, y lo he dicho en anteriores artículos, creo que la república es el modo de gobierno que más se adecúa a hombres y mujeres libres, ciudadanos que no se tienen por súbditos y que quieren poder elegir a su Jefe de Estado o, si les place, optar a ese cargo. Sé que pensar así hace que a alguna gente me situé en la extrema izquierda. Pero les recuerdo que esa supuesta “extrema izquierda”, está compartiendo gobierno en una monarquía y no pasa absolutamente nada.

 Traten otros del gobierno, del mundo y sus monarquías, mientras gobiernan mis días buen aceite con pan tierno y llámenme comunista, a quien a tal cosa le plazca, porque a vuelta de correo, yo le tacharé de facha.

 Y todo, por supuesto con el máximo respeto a las personas e instituciones. La saludable crítica no supone falta de respeto.

Salud y República.



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