“Sudor y escarcha: El día a día de los aceituneros de Jayena”


Jayena, ayer y hoy de su historia: El origen del cultivo del olivo en Jayena, un viaje histórico.

 Jayena, se encuentra profundamente ligado a la historia y las tradiciones agrícolas desde su origen. Sin embargo, el cultivo del olivo, tan característico hoy en día en su campo, y motor agrícola por excelencia de su economía a día de hoy, no siempre ocupó un lugar destacado en esta localidad. A través de un análisis de fuentes históricas y documentos de distintas épocas, exploramos la evolución del olivar en Jayena desde sus orígenes hasta su consolidación como parte esencial del paisaje agrícola.


Siglo XVII: Descripciones tempranas y ausencia del olivar
 Francisco Hernández de Jorquera, cronista granadino del siglo XVII, en su obra Anales de Granada, describe a Jayena como un pueblo de clima templado, rodeado de sierras inexpugnables y fértil en productos como seda, vino, frutas y ganado. Sin embargo, en sus detalladas observaciones no menciona el cultivo del olivo, lo que indica que este no era relevante en la economía local de aquel entonces.


Siglo XVIII: El Catastro de Ensenada y la poca presencia del olivar
 Entre 1749 y 1756, durante el reinado de Felipe V, se llevó a cabo el ambicioso proyecto fiscal conocido como el Catastro de Ensenada, que incluía un detallado censo de tierras y recursos en los pueblos del reino, dentro de dicho censo se incluye a  Jayena, dando una instantánea bastante precisa de la situación del pueblo en ese tiempo. 


 En las respuestas al interrogatorio de 40 preguntas realizado el 26 de mayo de 1752, los representantes de Jayena mencionan la existencia de tierras de regadío, secano y pequeños bosques. Aunque se enumeran varios tipos de árboles frutales como moreras, nogales, álamos, higueras y almendros, no se hace referencia al olivo. Asimismo, en la pregunta 17, al ser interrogados sobre la existencia de molinos de aceite, respondieron que solo había un molino harinero, propiedad de don Calixto Peregrina. Esto confirma que el cultivo del olivo y la producción de aceite eran prácticamente inexistentes en la localidad durante el siglo XVIII.


Siglo XIX: La aparición del molino de aceite
 El Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España de Pascual Madoz, publicado en 1850, aporta nuevos datos sobre Jayena. Este documento menciona la producción de trigo, cebada, centeno, maíz y legumbres, y destaca que el aceite era un producto importado de otras localidades cercanas o de la costa. Sin embargo, para esta fecha ya existía un molino de aceite, propiedad de don Manuel Contreras, lo que sugiere un tímido inicio del cultivo del olivo en la región.


Orígenes remotos: Influencias romana y andalusí
 Aunque las primeras menciones al olivo en Jayena son tardías, es probable que su introducción inicial esté vinculada a la época romana, cuando este cultivo se expandió por toda la Bética. Más tarde, durante el periodo andalusí, el olivo se consolidó en muchas áreas de Andalucía. Sin embargo, diversos factores sociales, económicos y climáticos impidieron que este cultivo se estableciera como predominante en Jayena durante siglos.


Siglo XX: La transformación del paisaje agrícola
 Un punto de inflexión en la historia agraria de Jayena ocurrió entre 1919 y 1921, cuando las tierras de los marqueses de Campotéjar fueron vendidas a la sociedad Garrido, Romero y Rojas por un millón de pesetas. Esta transacción marcó el fin de la gestión nobiliaria y abrió paso a una nueva etapa de explotación privada más intensiva. Las mismas tierras fueron revendidas poco después a los arrendatarios y colonos por 2,7 millones de pesetas, un precio desproporcionado considerando que estos trabajadores habían transformado el monte en tierras cultivables con su esfuerzo.


 A partir de entonces, el olivar comenzó a ganar protagonismo en Jayena, impulsado por las nuevas técnicas agrícolas y la necesidad de diversificar la producción local. Este cambio también reflejaba las dinámicas sociales de la época, donde las desigualdades en la distribución de la riqueza y el acceso a la tierra dificultaban el progreso de los pequeños agricultores.


 La historia del cultivo del olivo en Jayena es un testimonio de las transformaciones sociales y económicas que han moldeado la región a lo largo de los siglos. Desde su ausencia en los registros del siglo XVII hasta su consolidación en el siglo XX, el olivar ha evolucionado de forma paralela a los cambios en la gestión de la tierra y las prioridades económicas de la localidad. Esta historia, aunque marcada por la desigualdad, refleja también la capacidad de adaptación y resiliencia de la comunidad agrícola de Jayena, que ha sabido transformar su entorno y enriquecer su patrimonio cultural y natural.


 Sobre el siglo XVIII, se sabe por testimonios y tradiciones orales, que ya existía algunas parcelas de olivos, de aquellos vecinos de Jayena que los Marqueses les tenían arrendadas, y ellos los sembraron de olivos.

 Los Marqueses de Campotéjar, arrendaban parcelas de tierra a los campesinos locales. Estos arrendatarios, en muchos casos, aprovechaban el terreno para cultivos que podían prosperar en la región, como los olivos.


 Aunque se tratara de una actividad minoritaria en Jayena en aquella época, la presencia de estos olivos evidencia un comienzo de forma de cultivar la tierra.

 Don Fermín Garrido nació en (Logroño 9 de noviembre de 1868) fue cirujano muy prestigioso en Granada y rector de la Universidad de Granada, murió en Granada el 28 de enero de 1936.

 Llegando a una reflexión, sobre el olivar de don Fermín Garrido, en el libro escrito por mí persona, el libro “JAYENA AYER Y HOY DE SU HISTORIA”.


 Fermín Garrido, compra la tierra en los años 20 y muere en el 36, en ese tiempo de años empezó a sembrar olivos, y lo corrobora lo escrito en el libro anteriormente publicado que dice, fue cirujano médico y un paciente de un país africano le regalo unos monos por estar agradecido a sus servicios. El enfermo estaba seguro de que, si eran buenos cogiendo dátiles, también podrían serlo para coger aceituna, así que el propietario de los monos se ahorraría buenos jornales de mano de obra.


 En su buena fe, soltando a los simios en un olivar de Jayena propiedad de don Fermín, los animales se dedicaron a destrozar los olivos ignorando completamente el fruto.

 Sobre mediados de los años 20 la sociedad Garrido Rojas decide vender las tierras de Jayena por la presión hecha sobre ellos de algunos políticos de aquella época, y los arrendatarios que las trabajaban.


 Algunos de esos arrendatarios lograron reunir el dinero necesario para comprarlas y convertirse en propietarios, mientras que otros debido a la falta de recursos económicos, no pudieron asumir el costo de la compra. Como resultado, los arrendatarios más acaudalados se consolidaron como propietarios de esas tierras, mientras que quienes no pudieron pagar se vieron obligados a abandonar las tierras que habían trabajado sus abuelos, sus padres y ellos.

 En la historia agraria de Jayena, donde la desigualdad económica condicionaba el acceso a la propiedad de la tierra, perpetuando en muchos casos el dominio de los más ricos sobre los recursos.

 Dichas tierras los más pudientes económicamente pudieron comprarlas y los arrendatarios que no podían hacer frente a dichas cantidades, puestas por esta sociedad tuvieron que dejarlas.


 El desarrollo del olivar en Jayena durante las décadas de 1940 y 1950 marcó un punto de inflexión en la economía y la configuración social del pueblo. Tras la guerra civil española, en un contexto de reconstrucción y trasformación agraria, los terratenientes vislumbraron el potencial del olivar como cultivo rentable. Este proceso comenzó con la plantación de olivos que, con el tiempo, fueron consolidándose como parte esencial del paisaje y la economía local.

 Durante los años cincuenta y sesenta, se produjo un cambio significativo, pero a un más en los años últimos de los setenta y mediados de los ochenta cuando la familia Cabrera Garrido decidieron vender a los habitantes del pueblo la parte heredada de sus abuelos y de sus padres, esos olivares empezaron a pasar a manos de más habitantes del pueblo, democratizando, en cierto modo, el acceso a esta riqueza agrícola.



 Esto favoreció el arraigo del olivar como base económica y permitió que se convirtiera en un símbolo identitario de Jayena.

 En la actualidad, el olivar es la principal riqueza de Jayena, testimonio de décadas de trabajo y esfuerzo colectivo. Su consolidación no solo refleja la trasformación agraria de la posguerra, sino también la capacidad del pueblo para adaptarse y prosperar en torno a este cultivo fundamental.


Recogida de la aceituna en Jayena en las décadas del 50 al 70 del siglo XX

 “En las décadas de los 50 ,60 y 70 del pasado siglo XX, los campos de Jayena se llenaban de vida con la llegada de la temporada de recogida de la aceituna. Esta actividad, esencial para la economía rural, era llevada a cabo por jornaleros, que se enfrentaban a largas jornadas bajo el frio invierno jayenusco, con herramientas simples pero eficaces, como varas de madera, buscadas en esos ríos de Jayena, para varear los olivos.

 Para recoger esa aceituna vareada, en los años 50 y 60 se tiraba al suelo recogiéndola mayormente las mujeres y niños, con unas espuertas hechas de esparto, hincadas de rodillas, con las crudas mañanas de invierno todos esos olivares blancos de hielo, las personas que podían permitírselo ponían de bajo del olivo la cubierta de aparejo del mulo y  algo más recogía y otros las pocas sabanas que tenían en la casa para las camas, también las usaban para ello, finalizando la campaña de la recogida de la aceituna esas mujeres se iban al rio o la acequia a lavarlas para su posterior uso otra vez en las camas.


 Finalizando el día esa aceituna vareada y recogida del suelo había que ablentarla (aventarla), primero se hacía con una espuerta pequeña de esparto, después algún jornalero agudizo su ingenio y con la zafa o palangana de lavarse servía para ablentar (aventar), después alguno cogió una pala y vio que era más fácil y se rendía más y después en los años 70 un artilugio llamado “zaranda” fue la revolución para el aceitunero

 Esa aceituna se echaba en garibolos, unos recipientes hechos de esparto que se trasportaban al molino de aceite a lomos de bestias como mulos cargándoles tres o cuatro garibolos a cada animal, en otros lugares de la comarca a ese recipiente se le llama capazo, con una cabida de unos 50 o 60 kilos.


 En los años 70 la forma de recolectar aceituna cambió para los jornaleros, mucha aceituna del pueblo se recogía a destajo, es decir, cobraban por la cantidad de aceituna recogida. Las jornadas eran largas, con pocas pausas, y el trabajo era físico y agotador.

 A menudo trabajando bajo condiciones climáticas adversas, ya que la recolección de aceituna se realizaba en invierno.

 Pero ya existían lienzos o mantas y para recoger se inventó una clase de rulo con púas que pinchaba la aceituna y era más fácil recoger.

 En la década de los 70 para los jornaleros de Jayena la vida era precaria; muchas familias se desplazaban largas distancias de kilómetros para participar en la recogida de la aceituna en otras provincias. El alojamiento durante la campaña solía ser improvisado, y las remuneraciones eran bajas.

 El papel de la mujer en la campaña de la aceituna siempre ha sido esencial y muy importante. Las mujeres desempeñaban un papel fundamental en la recogida de la aceituna, aunque su trabajo muchas veces quedaba invisible y oscurecido, o no era valorado en su justa medida, de hecho, el jornal que cobraba era menor que el del hombre. Su presencia era habitual tanto en el campo como en las tareas relacionadas con la casa. En el campo, las mujeres trabajaban codo a codo con los hombres: Recogían manualmente la aceituna, especialmente las caídas al suelo, tarea que requería agacharse repetidamente durante horas.

 Además, cuidaban de los niños y realizaban otras tareas del hogar, en jornadas que parecían no terminar.

 El trabajo de la mujer en la recogida de la aceituna simbolizaba su capacidad de resistencia y su compromiso con el bienestar familiar. Aunque históricamente no recibieron el mismo reconocimiento que los hombres, su contribución fue esencial para el éxito de cada campaña y para la sostenibilidad económica de las familias jornaleras.

 En épocas pasadas, especialmente en los siglos XIX y siglo XX el olivar era considerado una agricultura marginal y de subsistencia. No se le daba el valor que hoy conocemos, ni se disponía de los avances tecnológicos que han transformado su cultivo en un sector altamente productivo y competitivo. El cambio hacia una agricultura mecanizada y tecnificada, junto con la globalización de los mercados, han hecho que el aceite español, sea reconocido como un producto de alta calidad a nivel mundial.

 Este “renacimiento” del olivar ha atraído grandes inversiones, no solo locales, sino también de multinacionales que ven en él una oportunidad de negocio. Sin embargo, este cambio también plantea retos, como el equilibrio entre la producción intensiva y la sostenibilidad medioambiental, así como la protección de los pequeños agricultores frente a los grandes terratenientes.

 Tener años y experiencia en el olivar te permite valorar cómo ha evolucionado todo esto, desde un cultivo humilde hasta convertirse en un pilar importante de la economía y la cultura de Jayena.

 ¡Es un lujo poder mirar hacia atrás y reconocer el camino recorrido!

José Gutiérrez Jiménez, Jayena.



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