Mentirosos e inexactos


España es hoy un país más libre, cualquier persona se habrá dado cuenta al subir la persiana o correr la cortina que la luz del sol tenía esta mañana un brillo como la democracia griega. 

 Eso es lo que Bolaños, un tipo que sabe de lo que se habla, nos quiere hacer ver, pero en España hay quien no puede pagar cortinas ni arreglar la persiana. Que lo pague el casero, clamarán los que viven bajo las sombras de los oscuros alquileres.
 
 Toda esta irónica literatura se debe a que el Gobierno ha modificado una Ley de 1984, no la ha creado, porque ya estaba, que es otra piedra más para levantar ese añorado Ministerio de la verdad que creó George Orwell en su obra 1984. Esta Ley ya afectaba a los medios de comunicación tradicionales y ahora también lo hará a los usuarios o canales de redes sociales que tengan más de 100.000 seguidores, aunque valga decir que nos afecta a todos.
 
 Para ser más exactos habría que denominar a este órgano como Ministerio de la mentira o inexactitud. Porque, aunque parezca que serán los ciudadanos quienes puedan ejercer este derecho, es complicado no imaginar que el Gobierno invierta algunos esfuerzos en facilitarles el trabajo a todos esos compatriotas e inmigrantes que bastante tienen con destinar más de la mitad de sus sueldos a pagar el alquiler. Nosotros, la gente, no tenemos tiempo para vigilar a los mentirosos e inexactos, que lo haga el Gobierno.
 
 Ya lo dice Bolaños: “hacemos más difícil la vida de los que se dedican a mentir y a esparcir bulos cada día, y por tanto es una buena noticia para la democracia”. Juzguen ustedes, pero sospechen de una frase que para potenciar su verdad tenga que utilizar la palabra democracia. Las intenciones son positivas para frenar las desinformaciones y los bulos, pero dando por hecho que la gente ha dejado de tener criterio y sobre todo asumiendo que aún no podrá ser reforzado a través de medidas como la educación.
 
 Antes se podía enfrentar la verdad y la mentira, ahora también, pero menos. Eso sí, cada vez va cogiendo más fuerza esa voz suprema que señala a los mentirosos y lo que es peor, que señala cuál es la verdad, tal vez la única. El estado laico, por tanto, va dejando de existir para dar paso a una nueva religión cuyo Dios nos marca un camino tan apetecible como el que nos guía al jardín del Edén, donde Bolaños y los suyos, sin embargo, siguen viviendo sin tener que pagar el alquiler. En un lugar donde no existen sombras ni tinieblas, donde ha sido derribado el trono de la verdad y la mentira y donde ahora tendrán que ser ellos quienes tengan que volver a crearlo con sus propias manos.

 

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