¡Qué solos se quedan los vivos!


No es que intente corregir al poeta sevillano que en su poema habla de la soledad de los muertos.

 Es que estoy convencido de que los difuntos gozan de la compañía de todos los antecesores en el tránsito final y que somos los vivos los que nos quedamos solos afrontando la ausencia de nuestros seres queridos. Ausencia a la que llegados a la edad adulta se suman los pequeños y dolorosos detalles prácticos e ineludibles que conforman todo el proceso de la defunción y el sepelio: Desde elegir la caja que será su postrer lugar de reposo, hasta decidir qué hacer con su ropa y objetos cotidianos.

 Pero, además, en el caso de supervivientes de grandes tragedias se da el caso de que muchos de ellos tienen una extraña sensación de que no debería haber conservado la vida y se preguntan, ¿por qué yo sí he vivido y todos los demás no?

 Nos quedamos solos los vivos, intentamos inventar una vida nueva, en la que tenga su espacio la ausencia que deja el fallecido, crear, con ritos, costumbres o fiestas, como esta del 1 de noviembre algo que llene el vacío que nos dejan en la vida y en el alma.

...como cada año he acudido a la necrópolis a hacer la ofrenda floral a mi hermano y mi padre

 Por esa razón me uno, no es la primera vez que lo hago aquí mismo, al  rechazo a esa costumbre de convertir lo que debe ser motivo de silencio, recuerdo y rememoración de los momentos vividos con los ausentes, en una especie de carnaval a destiempo, que si, en el caso de los niños resulta comprensible, ya tendrán tiempo, cuanto más tarde mejor, de saber lo que es la muerte de un ser querido, en el caso de los adultos me parece fuera de lugar en una cultura como es la nuestra en la cual la muerte y todo lo que conlleva ha sido siempre un asunto serio y tratado con seriedad.

 No seré yo quien diga cómo debe honrar a sus ausentes cada cual, cada vez me da más pereza discutir o tratar de convencer a nadie de nada.; pero yo, que en otros aspectos de la vida soy muy poco tradicional, en este sí que me sumo a las tradiciones y costumbres más antañonas y como cada año he acudido a la necrópolis a hacer la ofrenda floral a mi hermano y mi padre. No mitiga el dolor, no atenúa la ausencia que uno y el otro dejaron con su partida, pero es una señal de respeto hacia ellos y hacia nosotros mismos que me parece necesaria, no porque sea la tradición, sin porque es lo que realmente nos pide el cuerpo y el alma y casi todas las semanas del año.

 Dedico esta mirada a mis ausentes, lógicamente pero también a dos personas cercanas a esta casa que nos dejaron con demasiada antelación:

Pedro Martín Navas, 12 de diciembre de 2010.
Manuela Becerra García, 7 de abril de 2015.

 

El cementerio de Alhama el 1 de noviembre de 2024








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