No es la genialidad la que mueve mis dedos sobre las teclas, es, más bien, una mezcla de sentimientos.
Siempre he querido imitar al filósofo del martillo y titular una mirada “Porqué escribo miradas tan buenas”; pero se da el caso de que me falta el talento necesario para fingirme un genio o un loco o un genio loco o un loco genio. No es la genialidad la que mueve mis dedos sobre las teclas, es, más bien, una mezcla de sentimientos, todos ellos muy desagradables, que me tienen sumido entre la ira, la vergüenza ajena y el decaimiento más absoluto.
Las causas de este mi estado físico, moral, espiritual, mental y metaphísico no son otras que la lectura de la prensa, las redes sociales, a las que he vuelto, mísero de mí, y la estupefacta contemplación de cómo lo que antes solían ser informativos, mejores o peores, pero informativos a fin de cuentas, ahora han pasado a ser los órganos oficiales de casas reales, la de aquí y la de allí, o publireportajes, ya lo he escrito antes, de lo bien que mata Israel, no todo Israel, gracias al Dios de los agnósticos, los ateos y los incrédulos; a sus enemigos. Y de lo bien que hacen los reyes, eméritos o no, en hacer lo que les salga de las coronas. Que para eso son reyes por la Gracia de Dios, por interpósito Generalísimo, que ese sí lo era directamente, que lo leía yo en las monedas con las que compraba los tebeos.
Y no es que ellos lo digan. No les hace falta, ya que cuentan con legiones de tiralevitas (es la palabra más suave que se me ha ocurrido) para justificar todo lo que sea menester. Desde el presidente Sánchez al académico tan aficionado al Tercio Viejo de Cartagena, no faltan voces dispuestas a justificar todo lo que sea necesario. Y están en su derecho, igual que yo creo estar en el mío de encalabrinarme, de vez en cuando y escribir miradas airadas, pero creo, que no salidas de tono.
Y, tras este largo preámbulo me ciño al título y expongo el listado de cosas sobre las que podría escribir sin enfadarme.
...no es sólo una enorme película de temática lésbica...
Lo bien que le sienta a Alhama la llegada del otoño, estación que siempre, desde las primeras de mis reflexiones, ha sido fuente de inspiración, cuando me da la vena bucólica. Y es que sigo convencido, años después, de que es en esta época en la que comienza el verdadero año, con los inicios de cursos académicos y año judicial.
También sería muy capaz de escribir, sin malestar, una mirada sobre porque creo que “Retrato de una mujer en llamas” no es sólo una enorme película de temática lésbica, es que creo que es una de las mejores películas de los últimos años. Si tenemos en cuenta que hacer cine es contar una historia en imágenes es decir con las menos palabras posibles, la obra de Céline Sciamma es cine en estado puro (continuará).
De la olla, no olla jameña, no cortijera, olla a secas que no le hace falta nada más, también podría extenderme entrando en la philosophía cotidiana del guiso por excelencia con el que en tiempos se obtenía el tan ansiado título de “Cristiano viejo” tan útil y necesario para huir de las sospechas de inquisidores y sus familiares, mucho más temibles.
Y qué diré de Sue Foley, mi último descubrimiento en el amplio mundo del blues y de las mujeres guitarristas de momento les invito a deleitarse con ella y con su guitarra rosa Maple Blues Awards - Sue Foley (2019)
Como dice la propia Sue, con una Telecaster y el sonido lo más limpio posible, no te puedes esconder, solo tocar.
Y, como último, o penúltimo, recurso, siempre podría fantasear con exiliarme en Ulán Bator a escribir una novela que sería un gran éxito editorial y me darían el Planeta y todo. Puestos a soñar y fantasear…
Tal vez en la próxima me centre y vuelva a escribir de lo que escribo siempre. O no.
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