Esa es la situación en la que me encuentro, de forma voluntaria.
Y es que me he dado cuenta de que pasaba más tiempo viendo vídeos de redes sociales y trasteando por esos mundos digitales de Dios, o del demonio que usted prefiera, que platicando con mi familia o entregado a la lectura de libros de papel. La pila de estos recién comprados se acumulaba junto a los de más antigua compra en la mesita auxiliar que dedico a los libros en situación de “por leer”. Y casi diría que me miraba acusadoramente; pero en esa mirada se percibía más pena, dolor y abandono que reproche.
De modo que hace algunos días que me mantengo todo lo alejado del ordenador que puedo, que es bastante y con el móvil apagado cuando estoy en casa entregado a la charla con la familia, la lectura y el ejercicio matinal con el que mantengo a la glucosa en límites tolerables.
...el ruido mediático y del exceso de información que tanto perjudica al sosiego...
Y es una situación que me aleja de la contaminación digital, del ruido mediático y del exceso de información que tanto perjudica al sosiego, la tranquilidad y el bienestar de esta sociedad crispada, sobrada de paparruchas, opiniones de toda suerte de gente y falsedades y, por otro lado, absolutamente carente de información veraz, verificable y de calidad. Si a esa situación agregamos la falta de tiempo para procesar todo ese tsunami de bits y ruido digital, se llega a la sobreexcitación de lo que viene a ser la sesera y, resultado de eso y como síntoma añadido de la situación, una cierta incapacidad de entender qué es lo que pasa, pase donde pase, que siempre parece ser en las zonas del planeta más alejadas del bienestar de que disfrutamos los que lo gozamos.
Yo ya no entendía porque es más importante recibir en la Moncloa al invitado egregio último que garantizar la paz, o algo parecido a la paz, en Oriente Medio o porqué lo que antaño nos divertía, ilusionaba y causaba placer ahora nos deja indiferentes (creo que aquí me estoy refiriendo a las ferias, fiestas, romerías y otros eventos de semejante índole, pero no estoy seguro).
...las gentes carentes de recursos para para pagarse seguros privados...
Y, como mi ética profesional y el libro de estilo de esta casa me impiden opinar sobre cosas que ni yo mismo entiendo bien, me he tomado este asueto digital del que disfruto, y disfruto intensamente. Prometo que entre libro y libro meditaré sosegadamente sobre esas y otras cuestiones no menos interesantes (aprovecharé el tiempo de la caminata diaria, que siempre he sido más de pensar con los pies que con la cabeza). Y, efectivamente, así me va.
De lo que salga de esas filosofías pedestres tendré informado a quien a bien tenga solazarse con estas mis miradas que, una vez más aclaro que no tienen otro fin que el de aliviar mis pesares ante el devenir de las cosas, de la cosa pública, de la cosa económica y la forma en que ambas cosas atentan día sí, día también, contra la salud, el bienestar y el goce de vivir de las gentes carentes de recursos para para pagarse seguros privados, estancias en los más afamados destinos turísticos y una vida cómoda, ociosa y regalada, pero que hacen todo lo posible para que los que sí pueden, sigan pudiendo. Y así les va.
Y ahora mismo apago el ordenador hasta la próxima mirada. Más o menos.
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