El abandono de Alhama ya trasciende lo provincial


Vergüenza de nuestra clase política, de la Curia, de cuantos consienten el derribo y deterioro de Alhama y de la inacción de los gobernantes municipales que cobran por no hacer nada.

 Esto sigue yendo a peor, y ya hasta de fuera se sorprenden de la inacción total en un pueblo que deja que lo vayan matando poco a poco, sin rebelarse, dejándose avasallar y consintiendo la impunidad de los culpables de tanta desidia y desmán, Alhama convertida en basurero, sin vigilancia, con peleas callejeras, perdiendo infraestructuras, aislándonos (los sábado ni tan siquiera hay servicio de autobuses, y todos callados), construcciones de naves en el campo fomentando el descontrol rural y medioambiental y los polígonos industriales abandonados, etc., etc.

 El diario SUR publicaba este pasado fin de semana, bajo la queja hiriente del romance, que ya es un lamento que va perdiendo hasta sentido, porque los propios alhameños consentimos que se rían de nosotros en nuestras narices (y no pasa nada), un artículo de José Manuel Leonés, que retrata la situación, y del que también se pasará de puntillas. Pues nada, sigamos en el Limbo.


¡Ay de mi Alhama!
José Manuel Leonés. Diario SUR

 Así repetía un moro viejo o alfaquí de barba crecida y cana lamentándose por la pérdida de la joya del reino nazarí por el pusilánime Boabdil en Muchas razones tenía el narrador de este testimonial ejemplo del Romancero español que, bajo su anonimato, reflejaba la sinrazón, las angustias y un lamento constante y repetido a lo largo de sus estrofas.

 Mucho ha llovido desde entonces. Alhama de Granada tiene en la actualidad más de un motivo para repetir este lamento, aunque no sea por causas de guerras y conquistas, sino más bien de conservación de un patrimonio artístico, que parece importar poco a las autoridades civiles o eclesiásticas que se esconden y se lavan las manos. Me refiero a su gran templo, al que los alhameños denominan parroquia, que se está cayendo hace seis años. Como decía, tanto. la Curia como la Junta de Andalucía andan en un pim pan pum de reproches y acusaciones. No ayuda mucho saber que el inmueble no está inmatriculado entre los bienes de la Iglesia católica.

 Tampoco que la empresa que emprendió las obras por indicación de la Junta, decidió dejar los escombros de su restauración sobre la cubierta ¡Y eso que estaba especializada en estas obras de restauración! Los vecinos pusieron en marcha una asociación vecinal denominada ‘Marchemos por Alhama’ que ha intentado, infructuosamente, tener acceso a los informes técnicos de la restauración encomendados por la Administración. Por ello, la falta de transparencia ha sido otras de las constantes significativas de este suceso lamentable y desastroso. Uno de los prohombres de esta ciudad granadina, cuyo nombre prefiero omitir, me comenta estos detalles —entre sorbo y sorbo de café— que ponen en tela de Juicio la voluntad de quien sea responsable de poner en marcha un serio programa de reconstrucción del templo. Viene al pelo el art. 46 de la Constitución española que señala que son los poderes públicos los que garantizarán la conservación y promoverán el enriquecimiento del patrimonio histórico, cultural y artístico de los pueblos de España y de los bienes que lo integran cualquiera que sea su régimen jurídico y su titularidad(sic). Quiero hacer hincapié en este último inciso: “cualquiera que sea su régimen jurídico y su titularidad” ¡Qué demonios importa si el bien está inmatriculado o no! ¿Acaso que hacer dejación de responsabilidades en su conservación por esta causa? ¿Vamos a colocar el sacrosanto derecho de propiedad de un bien y sus disputas entre unos y otros entretanto como se va cayendo? Este templo alberga una riqueza en bienes religiosos que podrían situarlo a la cabeza de cualquier Museo eclesiástico de Andalucía o España.

 Los unos por los otros la casa sin barrer. Esto no es de mi competencia y me lavo las manos: esto es el leit motiv del caso. Queda acreditada suficientemente la voluntad de los vecinos para que el asunto se resuelva. Hace poco visité Alhama y pude comprobarlo con mis propios ojos por las pancartas colgadas en sus balcones. Pero la iniciativa popular de poco sirve si quienes tienen la responsabilidad y obligación de resolver el problema no lo hacen y permanecen en la más absoluta pasividad. Si Dios no lo remedia, la cubierta del templo acabará cayéndose. Entonces, volverán a resonar los versos del alfaquí, con que comenzamos este artículo. Alhama de Granada no sólo será conocida por sus medicinales aguas que lo curan todo, pero que no podrán contra la pasividad de la Curia o la Junta de Andalucía, que además de dar la espalda a Dios, lo han hecho con el art. 46 de nuestra Carta Magna.





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