Alhama celebró el pasado fin de semana su quincuagésima octava edición de un Festival de Música que en los últimos años ha perdido su identidad, su contenido y su razón de ser.
Y conste que este año los artistas invitados fueron del agrado del numeroso público que llenó el Paseo del Cisne y que bailó hasta bien entrada la madrugada, pero una vez más volvió a repetirse la típica estampa, que no por habitual deja de ser vergonzosa, de los grupos participantes actuando ante únicamente la atenta mirada del Cisne de piedra que preside el recinto.
Que el Festival ha perdido su identidad queda patente en los numerosos cambios de nombre que ha sufrido desde que naciera como Festival de la Canción, por no hablar de los cambios de modalidades en el concurso (flamenco, pop, fusión, nuevos talentos…) dando cada año palos de ciego en pos de conservar un Festival al que lo único que le queda es el orgullo de ser el más antiguo de Andalucía.
Seguramente este podría ser uno de los motivos por los que el Projoven no se ha vuelto a celebrar como tal, posiblemente habrá más o menos dependiendo de a quién preguntemos, pero lo que sí es una realidad, es que los alhameños perdimos un evento musical que ya empezaba a ser un referente dentro de la provincia de Granada.
Alhama ahora mismo no celebra un Festival, celebra una verbena que tiene más o menos éxito según el artista invitado de turno, con un concurso que no interesa a nadie (podemos dar fe de alguna edición en la que ni siquiera el jurado estaba presente para escuchar al primer participante) y sin saber qué tipo de Festival quiere ser, por lo que urge la necesidad de un proyecto que marque el camino y un buen equipo de trabajo que te permita materializar ese proyecto, básicamente, lo que ya tenía el Projoven.
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