Recuerdo aquellos atardeceres invernales, allá en mi antigua casa del Carril.
Introducción
Recuerdo aquellos atardeceres invernales, allá en mi antigua casa del Carril. Recuerdo aquellas improvisadas reuniones de vecinos, hombres y mujeres, pequeños y mayores, aprovechando en la calle la tibia caricia de un sol que ya se encaminaba a su nocturna morada tras el verde olivar de Marimonta.
Recuerdo a mi madre, siempre afanada en su costura, sentada a la entrada de la casa, “aprovechando este ‘solecico’ tan bueno”, mientras yo, sentado en el tranco de la calle, leía el último tebeo que mi padre me había traído de Alhama.
Y recuerdo aquellos atardeceres veraniegos en las eras del pueblo, cuando, terminada de aventar la parva, nos sentábamos, cansados pero felices, a degustar un buen vaso de leche fresca con un trozo de torta de aceite. El sol de verano ya trasponía por la sierra de Loja.
Más bellas aún y relajantes aquellas puestas de sol vividas en las eras de Los Llanos, con el lejano e inigualable fondo de Sierra Nevada, con las luces al anochecer de las hogueras que en la vega granadina formaban los rastrojos que quemaban los labradores.
- ¿Qué encanto mágico tiene la luz del atardecer? Porque realmente tiene un algo especial, algo que sentimos, pero, quizá, nos cuesta definir. Yo diría que nos ofrece una visión dulce, serena y plácida de la realidad. Como el atardecer de la vida.
Inevitablemente, la noche sigue al uno y al otro. ¿Nos entristece esta certeza, nos inquieta? Yo diría que no. La noche es paz, sosiego, descanso. La del día y la de la vida.
Versos al atardecer (I)
Quiero escribir,
con las últimas luces de la tarde,
unos versos sencillos,
los versos del adiós.
Temo que pronto
la noche nos envuelva con su sombra,
que mi lengua enmudezca
y no se oiga mi voz.
Por eso en mis poemas
desnudaré mi alma verso a verso:
para seguir contigo
cuando se vaya el sol.
Santa Cruz, mayo 2023
Luis Hinojosa D.
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