“Sin justicia, ¿qué son los reinos sino una gran banda de ladrones?” (Benedicto XVI, citando a San Agustín en una encíclica de 2005).
Como persona de orden que soy, o pretendo ser, suelo apelar a personas de prestigio para dictar frases rotundas. De prestigio para las personas que se llaman “de orden”, por supuesto. También podría citar a Cicerón, pero el personaje y la persona no me caen bien (por raro que pueda parecer milito en el bando de los populares -romanos, por supuesto-) opuesto a los optimitates (los mejores).
Y para que la justicia sea justa, ya he he escrito antes de esto, debe ser aplicada “con entendimiento humano” como escribió Joaquín Ruiz de Luna y del Pino, magistrado de trabajo, (lo que ahora se llama juez de lo social) y atemperada por la piedad y la benevolencia, virtudes aplicadas por la fiscalía para hacer más dulce el cumplimiento fiscal, de fisco recaudatorio al emérito. Santo y bueno, y no seré yo quien clame en el desierto que es la mirada, ante esa benevolencia para el señor que anda dolido por el rechazo de su hijo y, supongo que los achaques de la edad, de la mucha edad. No obstante, también pido esa benevolencia y suavidad en el rigor de la justicia para quien, al no poder pagar la hipoteca, por circunstancias sobrevenidas y siempre que no se aprecie indicio de dolo en el acto de dejar de pagar, se abstenga de hacerlo. Que no es el caso, es de sobras conocido, que sabido es que “La ley está hecha para el robagallinas y no para el gran defraudador”, como reconoció en su momento Carlos Lesmes, presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial.
No creo que el problema esté en la ley, más bien creo que está en su interpretación y en el hecho de que el abogado del robagallinas será de oficio y escasamente interesado en la causa, mientras que el del gran defraudador seguro que juega al golf con él. O algo así. También se da el caso de que casi todos los jueces suelen ser especialmente conservadores. No por nada, más bien por el hecho de que aprobar las oposiciones está más al alcance de hijos de familias con un gran patrimonio que conservar que de hijos de mecánicos, albañiles o señoras de la limpieza, pongo por caso.
De este modo, con un poco de suerte el robagallinas será juzgado por un juez que ha conocido las estrecheces de la vida de los sujetos a un sueldo, de esos que ya no garantizan dejar de ser pobre, y juzgará con el rigor que la causa requiera...
Esa es la razón de que me adhiera con entusiasmo a la propuesta de Podemos de crear algo parecido a los MIR en Medicina en el acceso a la carrera judicial con el que "reducir enormemente" las diferencias socioeconómicas entre aspirantes, "potenciar la igualdad" y evitar que, posteriormente, se produzcan "pagos en B" o "afinidades que determinen el acceso a una plaza pública”. De este modo, con un poco de suerte el robagallinas será juzgado por un juez que ha conocido las estrecheces de la vida de los sujetos a un sueldo, de esos que ya no garantizan dejar de ser pobre, y juzgará con el rigor que la causa requiera, pero tal vez atenuado por la benevolencia.
Esta es una propuesta que creo que de llegar a buen fin haría mejorar algo a nuestro sistema judicial, a todas luces mejorable. Como nuestro sistema sanitario, educativo, nuestros sindicatos de clase o mis miradas. Todo en esta vida es susceptible de mejora o de ser mejorado.
Y debo decir que las actuaciones del gobierno social-comunista, que actúa como socialdemócrata están dando pasos en la dirección adecuada. Que ya es la segunda vez que lo escribo, o la que sea, que no llevo la cuenta, pero es lo que tiene escribir lo que quiero sin tener que rendir cuentas más que a la ortografía y la gramática y no ofender la inteligencia de mis lectores, que puedo escribir lo que me apetezca. O casi lo que me apetezca que todos sabemos que hay temas de los que no se puede hablar. Que ya lo dejó por escrito José María de Larra, de lo que no se puede escribir no se escribe. Que me prohíban este. Ese era el título del artículo del genial periodista, no es que esté dando ideas a nadie. Que conste.
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