El diario IDEAL destaca en su edición de fin de año los gestos relevantes de 2020 como ha sido los que desde un principio se volcaron en la ayuda contra la pandemia, poniendo como ejemplo lo que se hizo en Alhama, ¡qué mejor manera que despedirlo, deseando la vuelta a la normalidad!
«Recibimos llamadas emocionantes: la gente necesitaba las batas para trabajar»
A Rosa Peula se le quedaron colgados 200 trajes de flamenca cuando el mundo cerró sus puertas y las ferias decidieron no colgar sus farolillos. Se le fastidió el negocio y las máquinas, que cesaron la producción de estos vestidos de contextos alegres, se reutilizaron para hacer trajes dispuestos a salvar vidas en la batalla más cruenta que ha librado este país. Batas, escafandras y patucos para aquellos que se enfrentaban a un virus totalmente desconocido y desconcertante salían desde Alhama gracias a una increíble cadena humana que los fabricaba con destino a residencias y hospitales de toda España. «Era muy emocionante. Nos llamaban médicos que no tenían cómo protegerse desesperados por conseguir un EPI», recuerda esta empresaria, que cortó en su fábrica 20.000 trajes de protección que repartieron gratis.
En pleno confinamiento, cuando las calles eran silencio y el miedo se arrellanaba en los zaguanes, Rosa Peula (60 años, tres hijos) salía de su casa de Alhama de Granada y abría el taller para cortar con sus máquinas las batas de los equipos de protección que se cotizaban porque la gente no tenía cómo repeler las salpicaduras de Covid.
Una idea de la asociación Marchando por Alhama se convirtió en una red de solidaridad en la que Rosa Peula era una pieza clave. Ella cortaba las batas, diseño que 'fusiló', con una que les prestó una vecina que trabajaba en un hospital granadino.
Empezaron con un grupo de cincuenta personas cosiendo en sus casas y se multiplicaron por diez el número de manos que se afanaban, durante muchas horas al día, para que sanitarios y otros cuidadores pudiesen seguir luchando contra la pandemia.
«Era tal la cadena que sin darnos cuenta habíamos creado una empresa», reconoce Juan Luis, de la asociación Marchando por Alhama, inventores de esta gran idea que salvó vidas cuando conseguir un EPI era una tarea imposible.
En tan solo un mes de confinamiento se donaron 20.000 batas, cortadas en las máquinas de Rosa Peula y cosidas por costureras. Las más habilidosas remataban los trajes, las que tenían más buena voluntad que conocimientos de costura se encargaban de los gorros y patucos. «Todo el mundo quería ayudar de alguna manera... Se creó un movimiento solidario impresionante», recuerda esta vecina de Alhama, que estudió Magisterio y que se hizo un hueco en el cerrado mundo de la moda flamenca.
En pleno confinamiento, cuando las calles eran silencio y el miedo se arrellanaba en los zaguanes, Rosa Peula (60 años, tres hijos) salía de su casa de Alhama de Granada y abría el taller para cortar con sus máquinas las batas de los equipos de protección que se cotizaban porque la gente no tenía cómo repeler las salpicaduras de Covid.
Una idea de la asociación Marchando por Alhama se convirtió en una red de solidaridad en la que Rosa Peula era una pieza clave. Ella cortaba las batas, diseño que 'fusiló', con una que les prestó una vecina que trabajaba en un hospital granadino.
Empezaron con un grupo de cincuenta personas cosiendo en sus casas y se multiplicaron por diez el número de manos que se afanaban, durante muchas horas al día, para que sanitarios y otros cuidadores pudiesen seguir luchando contra la pandemia.
«Era tal la cadena que sin darnos cuenta habíamos creado una empresa», reconoce Juan Luis, de la asociación Marchando por Alhama, inventores de esta gran idea que salvó vidas cuando conseguir un EPI era una tarea imposible.
En tan solo un mes de confinamiento se donaron 20.000 batas, cortadas en las máquinas de Rosa Peula y cosidas por costureras. Las más habilidosas remataban los trajes, las que tenían más buena voluntad que conocimientos de costura se encargaban de los gorros y patucos. «Todo el mundo quería ayudar de alguna manera... Se creó un movimiento solidario impresionante», recuerda esta vecina de Alhama, que estudió Magisterio y que se hizo un hueco en el cerrado mundo de la moda flamenca.
Rosa rememora que cortaban batas sin descanso y que allí, en el taller, pensaban en esas enfermeras que llamaban con la voz cortada y la necesidad de protección.
El material plástico fue suministrado de forma gratuita por la empresa Boniplast, afincada en Escúzar. Los voluntarios de Protección Civil eran los encargados de transportar los materiales, llevar las batas a las costuras y recoger el resultado, que era desinfectado por las monjas de clausura, las Clarisas.
La plataforma de compras del Hospital Virgen de las Nieves fue una de las receptoras de estos equipos de protección que pedían desde la residencia Regina Mundi a centros de mayores de la capital o Fuentevaqueros, centros de salud, al hospital San Cecilio o incluso a residencias de Madrid, que les contactaron porque por aquel entonces no se podían encontrar estos equipos 'en la calle'. En España no se producían este tipo de trajes y después, cuando ya sí se podían encontrar y comprar, Rosa Peula, se puso a fabricar y vender estos equipos. Un total de 50.000 batas distribuyó por el mercado nacional hasta que abrieron el chino y dejaron de ser competitivas.
Rosa Peula mira con añoranza sus telas de volantes y lunares que todavía siguen conviviendo con el plástico azul de las batas. Aún se emociona cuando recuerda los malos tiempos donde sentía, sentada en la máquina de coser, que estaban haciendo algo grande, apagando la necesidad y colaborando con todos esos héroes, siendo parte de esta gran proeza.
La plataforma de compras del Hospital Virgen de las Nieves fue una de las receptoras de estos equipos de protección que pedían desde la residencia Regina Mundi a centros de mayores de la capital o Fuentevaqueros, centros de salud, al hospital San Cecilio o incluso a residencias de Madrid, que les contactaron porque por aquel entonces no se podían encontrar estos equipos 'en la calle'. En España no se producían este tipo de trajes y después, cuando ya sí se podían encontrar y comprar, Rosa Peula, se puso a fabricar y vender estos equipos. Un total de 50.000 batas distribuyó por el mercado nacional hasta que abrieron el chino y dejaron de ser competitivas.
Rosa Peula mira con añoranza sus telas de volantes y lunares que todavía siguen conviviendo con el plástico azul de las batas. Aún se emociona cuando recuerda los malos tiempos donde sentía, sentada en la máquina de coser, que estaban haciendo algo grande, apagando la necesidad y colaborando con todos esos héroes, siendo parte de esta gran proeza.
LAURA UBAGO
Texto y foto IDEAL 31/12/2020
Rosa Peula En el taller de confección de esta alhameña se cortaron 20.000 EPIs, que cosió una red de costureras solidarias y que fueron enviados a residencias y hospitales de toda España, cuando estas batas de plástico eran vitales para esquivar el contagio.
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