La tía Anica

 

A mi prima Mari Tere y a sus hijas. A todos los nietos y bisnietos de mi tía Ana Hinojosa (q.e.p.d.)

La tía Anica

¡Hay que ver cuánto tiempo
sin darnos una vuelta!
-decía al darme un beso y achucharme-
¡Si estás mucho más grande!
Y volvía otra vez a sus tareas,
escondidos sus ojos inservibles
tras de sus gafas negras.

Sentada al sol,
el ovillo de lana
en su bolsa de tela,
tejía con destreza algún jersey
sumida en las tinieblas.
Y en la más negra noche,
cosió y planchó la ropa,
cocinó junto al fuego,
fue el alma de su hogar…
sin que nunca jamás
brotase de sus labios una queja.

Un día voló alto,
por donde las estrellas,
surcando el cielo azul.
Un día voló alto
y sus ojos se abrieron
para siempre a la luz.
Descansa en paz, Anica,
repetía la gente al santiguarse.
Descansa ahora en paz, querida tía:
huyó por fin la noche,
bienvenido sea el día.

Santa Cruz, agosto 2020
Luis Hinojosa D.




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