Te invito a creerme cuando digo futuro


 
Si no crees en mi voz, cree en la risa de un niño.

 He adaptado a mis necesidades expresivas, ligeramente, los versos de Silvio Rodríguez y, nuevamente me he apropiado de un título. Qué se le va a hacer, es lo malo de llegar a la edad en la que ya pesan más los recuerdos, que las esperanzas e ilusiones. Pero, aun así, me quedan todavía suficientes esperanzas e ilusiones como para justificar el alegre y esperanzador convite que hago a mis lectores, que se sumen a mí en ese creer en el futuro.

Futuro que va a llegar de todas formas, hagamos lo que hagamos o dejemos de hacer lo que dejemos de hacer, futuro que, en mi caso, personifico en los niños del colegio Cervantes que en la hora del recreo hacen lo que mejor saben hacer, que es jugar.
 Vázquez Montalbán dejo por escrito en varias ocasiones que a partir de los cuarenta años lo que queda es enterrar a los muertos y pagar las deudas, Creo que es el momento de enterrar a todos los muertos y pagar todas las deudas para afrontar ese futuro que ha de llegar con el ánimo lo más sosegado posible. No me refiero únicamente a esos muertos que yacen en cunetas, si no que abarca mi mirada a todos los odios, rencores, y cainismos que en este día en el que escribo se han empezado a disolver un tanto con ese rechazo de todas las posiciones políticas democráticas a la moción de censura propuesta por Vox. No me parece mal principio para ese futuro que ha de llegar.

 El futuro va a llegar solo, naturalmente, pero de nosotros depende que a quienes va dirigido lo tengan un poco peor o un poco mejor que nosotros lo tenemos ahora. Por tanto, toca ponerse a trabajar desde ahora mismo para intentar resolver los muchos problemas que tenemos. La prioridad es la salud, salir de la pandemia cuantos más mejor y con un razonable estado. Naturalmente, en eso lo único en lo que yo puedo colaborar es en respetar los consejos del Centro de Salud y tener un poco de sentido común y respeto hacia los demás: Cuanto menos salga de mi casa menos me expongo y expongo a los demás. A quienes les toca enfrentarse, únicamente les digo que, si con las soluciones de ahora no basta, será hora de probar otras y, tal vez, dejarse aconsejar por quienes de verdad entienden de esto y dejar a nuestro cuñado con su cubata en el bar y a nuestro primo del Zumosol luciendo palmito, pero sin hacerles mucho caso. Lo cual es aplicable también, por supuesto, a todos los que desde las redes sociales se hacen eco de disparates y barbarismos en sus dos acepciones.

 No soy especialmente creyente en el optimismo como respuesta a todo mal, pero un poco de esperanza e ilusión tampoco puede hacer ningún mal, creo yo; y es por esto por lo que animo a quienes pueden y tienen el deber de ponerse de acuerdo, a que lo hagan a la mayor brevedad posible. No es tan complicado, a fin de cuentas, si se quiere, y hoy se ha visto en el Parlamento.

Y a todos nosotros, gentes del común, españoles de a pie, nos toca ejercer algo que nos resulta fatigoso, engorroso y hasta doloroso: Ser responsables de nuestros actos y entender que no podemos hacer nuestra santa voluntad en todo momento y, que, si lo hacemos, somos responsables de nuestras acciones y omisiones.
 Nos toca a todos esforzarnos para que el país y el mundo que les vamos dejar a nuestros niños sea mejor. A fin de cuentas y si miramos hacia atrás podemos ver claramente que nosotros, los que ya peinamos alguna cana, recibimos de nuestros padres una España mucho mejor que la que ellos heredaron de nuestros abuelos.

 Te invito a creerme cuando digo futuro, pero a la vez te animo a que hagas cuanto esté en tus manos para que venga lleno de esperanza, más bien que cargado de angustia.



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