Antonia


Temprano, muy temprano, despertó, acuciada por los gallos, la mañana estival. Y más temprano aún ya navegaba Antonia…


Antonia

El cántaro de agua a la cadera
y el botijo en la mano,
sube Antonia la cuesta de la plaza.
Y calle arriba sube, fresco y suave,
un grato vientecillo
que el Marchán, generoso, nos regala.

Temprano, muy temprano,
despertó, acuciada por los gallos,
la mañana estival.
Y más temprano aún
ya navegaba Antonia,
siempre con mil faenas por hacer,
siempre con mil tareas que acabar.

Acostados quedaron los chiquillos:
seis jóvenes retoños
que colmaron su vida de alegría
y llenaron sus días de trabajo.
Por ellos vive Antonia,
por ellos se levanta cada día.
Por ellos y por Paco,
ese buen compañero de camino
que la vida le ha dado.

Por ellos volverá en seguida al río.
E hincada de rodillas,
restregará y restregará, incansable,
la ropa que ella misma habrá cosido
mientras todos dormían.

Y esta tarde tendrá que ir a la era:
hay que aventar la parva
que ayer amontonaron.
Y a la puesta del sol,
sentada junto al pez
en un breve descanso,
tal vez Antonia diga:
“cuánta felicidad nos dio la vida,
¿verdad, Paco?”

Santa Cruz, julio 2020
Luis Hinojosa D.



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