Se adueñaron los niños de la calle. A la plaza volvieron los abuelos. Se llenaron de gente los caminos, nuestras almas de luz.
Volvió la vida
Volvió la vida…
aunque no aquella vida.
Y la luz regresó.
Se puso en marcha
el coche de bomberos.
Y aquella muñequita
de los rizos de oro
ya nunca más lloró.
Se adueñaron los niños de la calle.
A la plaza volvieron los abuelos.
Se llenaron de gente los caminos,
nuestras almas de luz.
Hasta el aire parece ahora más puro,
la luna más hermosa,
el cielo más azul.
Y sentí que la pena se alejaba
cuando volviste tú.
Al son de melodías
que cada atardecer nos regalaba,
estoicos resistimos.
No sin dejar atrás
mil corazones rotos
y retazos de vida
que se fueron quedando en el camino.
No sé si este dolor nos hizo fuertes.
No sé si algo aprendimos.
No sé qué nos cambió.
Sí sé que lo vivido no fue un sueño.
Y que, en el horizonte,
negros y amenazantes,
temidos nubarrones de tormenta
proyectan tonos grises
sobre este nuevo mundo de color.
Santa Cruz, junio 2020
Luis Hinojosa D.
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